En el Día de Las Madres homenaje a Mariana Segunda López Martínez, la mujer que disciplinó a sus hijos con la dulzura del Amor

 Mariana Segunda López Martínez: el legado de una mujer irrepetible

 

Texto: Delcis Ibarra López

Edición: Rosa Guillermina López Arredondo

En la cálida tierra de La Guajira, en la ciudad de Riohacha, nació en 1939 una mujer que marcaría la historia de su familia con amor, coraje y un corazón inmenso: Mariana Segunda López Martínez.

Hija de Isidora López y Elías Martínez, hermana de muchos, amiga de otros tantos y luz en el camino de quienes tuvieron el privilegio de compartir la vida a su lado.

Desde joven demostró su temple y entrega. Junto a su inseparable compañero de vida, José, compartió 67 años de lucha, amor y esperanza. 

Con él formó una gran familia, trayendo al mundo a sus nueve hijos: Aura, Milciades (Chay), Moisés (Moy), Wilmer, Fredy, Estella, Delsy, José y Leonardo. A cada uno los crió con amor firme, con manos trabajadoras y un corazón lleno de enseñanzas.

           

Su historia es la de una madre incansable. Madrugaba cada día desde las 4 de la mañana para abastecer su tienda en el Barrio Arriba, donde surtía frutas, verduras frescas y luego cocinaba, organizaba su hogar y alistaba a sus hijos para la escuela. 

Más tarde, en el Barrio Entre Ríos, puso en marcha un restaurante de comidas autóctonas de la región guajira: chivo asado, arroz con camarón, friche con bollo, chinchurria con patacones, chichas, frutas del monte y dulces recuerdos que aún viven en cada sabor.

Mariana más que una madre, fue una fuerza de la naturaleza. Generosa sin medida, empática, con una sonrisa que iluminaba el día y palabras sinceras que, aunque firmes, siempre nacían del amor. Tenía el don de hacer sentir en casa a cualquiera y su presencia era alivio, alegría y consejo.

Era una mujer coqueta, señorial, elegante, que se adornaba con collares, vestidos largos y su hermosa actitud. Disfrutaba del salón de belleza, de sus novelas turcas, del fútbol con su amado José, de las fiestas, del baile, de sorprender a sus hijos con tortas en sus cumpleaños y de compartir con quien lo necesitara.

               

Quienes la conocieron, coinciden en algo: Mariana era especial. Su risa era contagiosa, su voz inconfundible, su carácter firme y su corazón infinito. Tenía la habilidad de hacer sentir importantes a los demás y su casa siempre tuvo las puertas abiertas para servir, para sanar, para acompañar.

Las enseñanzas de mamá Mariana son eternas: que la vida es una lucha diaria, que con fe y esfuerzo todo se puede, que no hay que rendirse nunca, que los obstáculos se enfrentan con amor, que el servicio, la empatía y el respeto son principios de vida, que los valores se enseñan con el ejemplo y que el amor todo lo transforma.

Hoy su partida deja un dolor profundo, pero también deja una huella indeleble. Su memoria vive en cada hijo, en cada nieto, en cada historia que dejó sembrada. Vive en la comida guajira que aún sabe a ella, en la risa que se contagia, en la fortaleza que heredaron quienes la amaron.

Mariana Segunda López Martínez fue y será siempre una mujer irrepetible. Madre, esposa, hermana, tía, vecina, amiga, luchadora. Un ser humano lleno de luz, que supo amar sin condiciones y enseñar con el corazón.

Hoy, con lágrimas en los ojos, pero el alma llena de gratitud, decimos: Gracias, mamá. Gracias por tu vida, por tu ejemplo, por tu amor. Tu legado jamás se apagará. Vivirás por siempre en nuestros corazones.

Título Original: 'El legado de una mujer irrepetible: Mariana Segunda López Martínez'