Ya se pa´que son mis piernas

Por Edwin Solano García
Contador Público






















No quiero entrar en detalles de lo sucedido en el accidente de aquel
trágico día cuando punteaba el ocaso. Solo quiero reflexionar en el
hecho de cómo todo pareciera estar planeado desde el más allá.

Hacia algo más de un mes una mujer oraba por mi vida y me decía: “Tus pies
caminan hacia grandes cosas, pero tendrás sufrimiento en el camino.
Estarás en peligro pero la muerte no llegará a ti”.

En ese momento perdí el horizonte, pero aprendí en lo expresado por la
mujer a no concentrarme en lo que vendría si no en disponerme para
afrontarlo.

No logré prepararme, pues frente al dolor y la incertidumbre
nunca habrá tiempo para hacerlo. El mismo ejercicio de la dificultad brinda la
oportunidad de prepararse en el camino, de aprender paciencia, de valorar
los momentos donde estamos en paz y sobre todo a entender que es
diferente creer que creemos a vivenciar que realmente Dios existe.

Estoy vivo, milagro que agradezco a Dios. ¿Pero existe Él para los que no lo
están hoy? Claro que si, pude ser yo el inexistente en la actualidad. Para cada
uno, Él tiene un plan, no fui yo quien decidí sobrevivir, pero si seré yo el que
asume el reto de cumplir el propósito que el dueño del 'apartamento azul'
(término usado por un amigo) me ha establecido para cumplir en esta tierra.

Asumir el reto se refleja en darme cuenta que días anteriores solo veía mis
piernas como dos miembros comunes y corrientes, dos piezas de hueso
cubierta de carne que casi todos tenemos vinculadas a nuestro cuerpo.

Hoy he aprendido que al igual que el resto de órganos, las extremidades son
mucho más que eso. Realmente son el regalo del Altísimo para desplazarnos
hacia aquellos que nos necesitan, recorrer la magia de la naturaleza, animar a
aquellos que han perdido o no han tenido la posibilidad de disfrutar la flexión
de la rotula en cada paso de una caminata y sobre todo caminar en pos de
llegar al final del camino que nos ha sido trazado al nacer, sin tomar trochas o
atajos que al inicio prometen acortar distancia y al final solo atrasan la
posibilidad de iniciar nuevas metas.

Eso he aprendido hoy al saber que hay familias que están sufriendo la
ausencia aun inexplicable de sus seres queridos; al sentir mi rotula izquierda destrozada, las costillas lesionadas, mi tobillo y mi mano izquierda fracturada, al verme tendido sobre una cama inmóvil con la esperanza de volver a caminar, pero sobre todo convencido de que el Ser Supremo en algún momento consolará y revelará el por qué del dolor experimentado por estos amigos que ahora solo los invade la nostalgia y el recuerdo de sus familiares.
No ceso de pensar cómo una mano invisible me rescató de la muerte.

No esperes enfrentarte a ella. El final de este encuentro solo lo sabe Dios. Valora
tu cuerpo, valora tus metas, coloca al Más Grande siempre delante, Él si conoce
el final de tu camino.

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