Los indígenas que dejaron de comerse las tortugas marinas para conservarlas

Por: KienyKe marzo 29, 2015

Los Wayúu trabajan para evitar la extinción de las tortugas Caretta Caretta.

 

Entre junio y septiembre cientos de tortugas Caretta Caretta –llamadas wuo wuo en wayuunaiki y las mismas que están talladas en la moneda de mil pesos–  arriban a La Guajira. Lo hacen en las noches y de manera sigilosa. Van en busca de Bahía Hondita, una playa de arena amarilla y aguas color aguamarina. Allí hacen sus nidos y desovan los huevos, fruto del apareamiento con un macho. Después de 45 días, las pequeñas tortugas comienzan a salir de su cascarón.
Hace una década los indígenas Wayúu, habitantes de esta península desértica, veían esto como una oportunidad para cazarlas. Robaban sus huevos o las mataban para obtener su carne y alimentarse de esta especie en peligro de extinción. También las usaban para hacer trueques y obtener otros productos para abastecerse.
Pero gracias a un programa de conservación, la comunidad dejó estas prácticas arraigadas en su cultura indígena y decidió organizarse para protegerlas y enseñarle a las nuevas generaciones su importancia en el ecosistema marino. KienyKe.com visitó a esta comunidad y conoció detalles de su trabajo con esta especie.
La transformación inició en el año 2007 cuando El Cerrejón, empresa dedicada a la extracción de carbón en el departamento de La Guajira, realizó un monitoreo para identificar las especies que estaban en peligro de extinción, en las zonas donde la actividad minera había causado algún impacto. Fue así como decidieron desarrollar un programa para conservación de las tortugas marinas.
Según Luis Alonso Merizalde, biólogo y máster en conservación y gestión del medio natural, estas tortugas están directamente relacionadas con la productividad de los océanos. “Las tortugas marinas son recicladoras de nutrientes y al mismo tiempo son precursoras del alimento de los peces; donde come la tortuga surgen pequeños animales como los fitoplancton y zooplancton que son los que dan inicio a la cadena trófica”, comenta.
Con orgullo Wilford Arends, monitor y voluntario del programa de conservación, ratifica que la comunidad indígena firmó un acuerdo de conservación que consiste en no comerse las tortugas ni a sus huevos. También en evitar su caza y matanza. De ahí la importancia de involucrar a los niños en el programa y cambiar su visión sobre este animal. Son los pequeños Wayúu quienes asisten al monitoreo de los nidos y a la liberación periódica que se hace de los animales. “Con el tiempo, si yo me retiro del trabajo, ellos pueden reemplazarme”, dice con entusiasmo Arends.
El papel de la comunidad indígena en la temporada donde las tortugas ponen sus huevos, es en un principio identificar la ubicación de los nidos y ponerles un corral con el objetivo de protegerlos de posibles depredadores. Este trabajo se hace en las noches. Los voluntarios deben usar ropa oscura y luces rojas para no alertar a las tortugas.
“Después de los 45 días de incubación tenemos que revisar todos los nidos. Se hace el conteo de los neonatos y la exhumación del nido. Tres días después se repite la misma operación y se hace una exhumación que consiste en el conteo de los cascarones, huevos infértiles, embriones en proceso de desarrollo y ‘tortuguitos’ ahogados, quienes nos muestran las condiciones de incubación del lugar”, explica Merizalde.

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