La corrupción en América Latina da el salto más alto

Guatemala, Brasil, Panamá y México viven horas críticas de desconfianza con los líderes políticos.

 
Miles de personas se manifestaron en Guatemala el fin de semana para exigir la renuncia del presidente.
Foto: AFP
Miles de personas se manifestaron en Guatemala el fin de semana para exigir la renuncia del presidente.
Los casos de corrupción a alto nivel que se han develado en América Latina en los últimos meses no solamente tienen efectos políticos por el descrédito de las instituciones, sino porque afectan la inversión en los países, y además promueven una mayor desigualdad del ingreso de los ciudadanos.
La refinada red de robo de impuestos del fisco de Guatemala, que comandaba Juan Carlos Monzón, secretario privado de la exvicepresidenta Roxana Baldetti y ahora prófugo de la Justicia, ylas implicaciones aún no confirmadas sobre la presunta responsabilidad de la compañera de fórmula del presidente Otto Pérez Molina, ocasionaron la renuncia de la alta funcionaria y han generado malestar social y movimientos que hasta piden la renuncia del mandatario.

En el sur del continente, la popularidad de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cayó, recién comenzando su segundo mandato por un millonario negocio inmobiliario que realizó su hijo mayor, Sebastián Dávalos, a quien se le acusa de uso de información privilegiada y tráfico de influencias.
La reacción de la mandataria fue renovar la totalidad de su gabinete y la presentación de un paquete de medidas anticorrupción para sortear la crisis.
En Brasil, la petrolera estatal Petrobras también enfrenta una crisis tras el descubrimiento de una red de corrupción que durante una década asoció a políticos, directivos y empresarios de primer nivel para desviar fondos públicos con el objetivo de financiar partidos del oficialismo y engrosar fortunas personales.
Esa maquinaria de corrupción, que implica al partido de la presidenta Dilma Rousseff, llegó a mover 4.000 millones de dólares, según la policía, aunque ya se determinó que 2.066 millones de dólares desaparecieron.
En Panamá, el propio expresidente Ricardo Martinelli, quien salió del poder hace 10 meses, es investigado por diversos hechos en los que presuntamente se desviaron fondos en contratos que van desde alimentos deshidratados para comunidades vulnerables hasta de grandes obras de infraestructura.
México también ha estado en el radar de presuntos casos de corrupción que tocan a la familia presidencial, pues Angélica Rivera, esposa del mandatario Enrique Peña Nieto, compró una lujosa casa a la constructora Grupo HIGA, beneficiada durante la gestión de Peña Nieto como gobernador del estado de México con cuantiosos contratos.
Ya como presidente Peña Nieto, esa misma constructora estaba participando en una licitación para la construcción del tren México-Querétaro.
El investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de España, Carlos Malamud, le dijo a EL TIEMPO que el caso de Guatemala es grave no solo por la corrupción sino porque ha visto crecer el fenómeno del narcotráfico como país de tránsito y como generador del fenómeno, y, además, con una elección presidencial programada para el 6 de septiembre próximo, “hay peligro de que un candidato pueda llegar a la presidencia apoyado por el narcotráfico”.
Pero la corrupción tiene varias caras que se pueden expresar en la falta de transparencia, abuso del poder o tráfico de influencias. Al respecto, Alfredo Coutiño, director para América Latina de la firma Moody’s Analytics, le dijo a este diario que la corrupción también promueve la desigualdad del ingreso en la población.
El analista considera que una consecuencia de esta situación “es la pérdida de credibilidad de la sociedad y de los mercados e inversionistas, tal como le está pasando a Brasil”. Coutiño dice que otro elemento importante que deja como secuela la corrupción es la concentración del ingreso, “pues los privilegios y el abuso del poder utilizados por parte de unos pocos hace que la competencia no funcione. Eso deteriora la distribución del ingreso y finalmente afecta a toda la población”.
Así, agrega el analista, “los obstáculos a la competencia lo que hacen es enriquecer a unos pocos poderosos que ponen precios altos a los consumidores. Mientras que el grueso de la población se mantienen con su trabajo y sus ingresos”.
Práctica común
Para Marcela Restrepo, jefe del área de sector público de Transparencia por Colombia, capítulo de Transparencia Internacional, la corrupción en los altos niveles de la administración en América Latina “no ha dejado de pasar. Es que ahora los casos se visibilizan y en muchos de ellos los Estados son los que denuncian”.
Añadió que en la región “tenemos una corrupción estructural y sistémica”, aunque en todo el mundo las encuestas de percepción sobre la problemática indican que hay niveles más altos o más bajos.
Así, Dinamarca y Nueva Zelanda son las naciones con menor percepción de corrupción, mientras que en Corea del Norte y Somalia es donde más acentuado se percibe el fenómeno.
En la región, la percepción de menos corrupción está en Uruguay, Chile y algunas islas del Caribe, y los casos más críticos son Venezuela y Haití.
HOLMAN RODRÍGUEZ
REDACCIÓN INTERNACIONAL

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