Los periodistas están matando el periodismo.

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El oficio está dejando de ser el perro guardián de la democracia y cada día se convierte más en el perro faldero de los políticos.

Por. Humberto Coronel Noguera



Una vez más el periodismo falló por los graves equívocos que cometen los periodistas. La gran fragilidad de la prensa quedó expuesta el pasado Viernes Santos tras la muerte del artista vallenato Martín Elías Díaz, con el malintencionado mensaje que por Twitter envió la columnista del periódico El Tiempo, María Antonia García, y sobre todo, por el afán de primicia de muchos colegas que a través de las redes sociales compartieron información sin confirmar y videos y fotos sin editar de los accidentados.

Al gran Martín Elías lo mataron antes de tiempo. Pero también a otros dos miembros de su familia, a un conductor que nunca estuvo en el accidente y al asistente personal. La noticia oficial de su deceso se supo a la 1:20 de la tarde, pero muchos periodistas por el afán de querer mostrar una chiva lo dieron por muerto a las 10:30 de la mañana, a las 11:00 y a las 12:00 del mediodía, hasta que al final se supo que murió pasada la una de la tarde. Como si hubiese muerto de tanta presión que todos ejercían desde las cuentas de WhatsApp.

En ese afán de querer mostrar que sabían más datos que los demás empezaron a circular la información que el conductor Álvaro Daza también falleció producto de las heridas; que Elvira Maestre, abuela de Martín, conocida como ‘Mama Vila’ había muerto de un infarto; que Rafael Pichón,  asistente y mejor amigo, quien viajaba en ese vehículo murió por las fracturas; y finalmente informaron, que Martín Elías junior su hijo, de apenas nueve años, se había embarcado en la camioneta al salir de Coveñas y era otro de los muertos del volcamiento del vehículo.

A las 12:37 de la tarde su hermano Elder Díaz, a través del Canal RCN desmentía la versión  del deceso y pedía sangre tipo O Positivo. La ex mujer del artista decía por redes que su hijo no había muerto que estaba con ella. De la abuela Elvira Maestre se supo que la noticia la había conmocionado pero no matado. Del conductor que se trataba del ex chofer de Diomedes Díaz quien había muerto en junio de 2016 por una afección cardíaca y de Pichón que se encontraba estable.

Desde las afueras de la clínica Santa María, otros familiares y miembros de la agrupación musical pedían que no dieran más  noticias falsas y que oraran por la salud del cantante. Pero era incontrolable. El afán de las personas y periodistas por querer evidenciar el desenlace de los accidentados se traducía en una avalancha de mensajes falsos que rompían con el principio del periodismo. Estos se emitían y replicaban sin el rigor de confirmar que cosa era cierta y que era falsa. Procedían de fuentes desconocidas y se compartían como si fuesen confiables. Nunca hubo una contrastación de fuentes en los mensajes que circularon.

Tan pronto murió, una periodista desconocida que escribe para la versión digital del diario El Tiempo publicó en Twitter  que “Colombia está en el séptimo círculo del infierno de los valores morales” porque llora “la muerte del hijo de un asesino”.  Esta fue la estocada final que se le dio desde la prensa al joven cantante. Un mensaje cargado de odio que no fue producto de la racionalidad sino de la emoción. Que se amparó en la libertad de expresión sin el filtro y sin el equilibrio que debe caracterizar todo mensaje de quienes trabajan en los medios.

Desde ese momento toda la atención se ha centrado en la emocional y subjetiva periodista. Los medios la han descalificado y ella no ha parado de presentar disculpas. Incluso el diario El Tiempo emitió un comunicado en el que rechazó los comentarios de María Antonia y “se aparta de ellos”. @Caidadelatorre, como se llama en la red, se retractó y dijo que se encuentra arrepentida. Su credibilidad quedó por el suelo y su idoneidad para ejercer el oficio muy cuestionada, pese a que dijo tener una maestría y ser hija de periodistas.  

En el escenario de medios un periodista no debe mentir, manipular la información, ser insensato. Debe ser honesto, equilibrado y no publicar una información hasta tanto la misma se encuentre debidamente verificada.  Como columnistas se puede ser subjetivo y emocional, pero no se puede apelar a la libertad de expresión con el pretexto de decir lo que se le antoje. Allí también, en las columnas, en las redes sociales y en las aplicaciones de mensajería como el WhatsApp debe haber un equilibrio informativo, lo que llaman el rigor periodístico, si se es un hombre o mujer de medios.

Los periodistas están embargando la verdad que es el activo más valioso que tiene la profesión del periodismo. Están matando la verdad por la carrera descontrolada de comunicar lo que sea. Habitualmente comparten textos sin leerlos para retractarse después de los errores ortográficos, gramaticales o porque el mensaje en el fondo decía otra cosa que ellos no creen. Esto es tan equivocado como el mensaje que emitió la señora María Antonia García y lo peor es que se hizo normal.

El periodismo ha dejado de ser un Cuarto Poder porque quienes trabajan en él no le han dado la importancia y el peso que un par de décadas atrás tenía. Los periodistas lo están destruyendo cada vez que acuñan el equivocado concepto de ‘Posverdad’ para referirse y aceptar la mentira como verdad. Le quitan peso porque en vez de contrapoder se convierten en el siervo del político, en su máximo defensor, en el enemigo de otros periodistas. Pierde dignidad porque el periodismo muchas veces tiene una camisa política.

El periodismo se está desdibujando desde la gran prensa anglosajona que no se une para hacerle frente a un presidente Trump que los irrespeta, los denigra públicamente, los descalifica y los saca de la Casa Blanca, como hizo con el periodista Jorge Ramos, mientras los demás periodistas guardaban silencio y se quedaban allí sentado indiferentes, como regañados. Este rechazo a la señora María Antonia en Colombia debe servir para repensar el que ‘Gabo’ consideró el mejor oficio del mundo. Los periodistas son especialistas de la información y como tal deben actuar. El periodismo debe seguir siendo el perro guardián de la democracia y no el perro faldero de los políticos.

Coronel Noguera, Humberto José
Universidad: Universidad Autónoma del Caribe

Experiencia Profesional: Durante los últimos 11 años ha formado parte de distintos equipos de trabajo en Colombia y Perú, en medios de comunicación, universidades y organizaciones nacionales e internacionales.

Entre los lugares donde trabajó destacan la Fundación alemana Konrad Adenauer, el Instituto Prensa y Sociedad, Fundación Colombia Multicolor, Corporación Medios Para la Paz, diario El Espectador y Universidad Autónoma del Caribe, donde actualmente es profesor de tiempo completo.

Áreas Académicas:
Formación General
Periodismo

Títulos Académicos:
Comunicador Social Periodista (1999) con Maestría en Comunicaciones de la Universidad Católica del Perú.


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