Una Difunta Regresa Del Más Allá, Para Vivir Seis Horas De Amor a Primera Vista


Amor a Primera Vista con una Hermosa Mujer Que Resultó Difunta

En la Pluma Del Periodista Marcos Barros Pinedo


 Marcos Antonio Barros Pinedo
Corría el año 1967. Érase una vez cuando me encontraba en la ciudad de Barranquilla, de visita en la casa de la Familia Acosta Arango, y decidí regresar al hoy Distrito de Riohacha.

Me despedí de esa importante familia barranquillera, de quien guardo los mejores recuerdos y las mejores consideraciones. Tomé un taxi con dirección a la Estación de Buses de la empresa Brasilia que quedaba en 'El Paseo Bolívar'.

A las 5:00 de la tarde compré mi tiquete para abordar el bus 1146 de  Brasilia, que salía rumbo a Maicao, tomando la vía Fundación - Valledupar - Cuestecitas. Todavía no se había inaugurado la Troncal del Caribe.

Cuando llegué a la Estación vi, a una muchacha de aproximadamente 21 años de edad. Era una hermosa mujer. Su piel morena clara, cabellos negros y largos, cuerpo escultural y un rostro de reina de belleza.

De inmediato me impactó. Observé que ella me miró y tuve la impresión que le caí bien. Subí al bus y en compañía de la muchacha nos ubicamos en una de las bancas traseras.

El bus partió hacia Maicao, 'Vitrina Comercial de La Guajira' a las 6:00 en punto de la tarde. Al llegar a la ciudad de Ciénaga (Magdalena), el bus llegó a su primera estación, la cual aproveché para bajarme e invitar a la muchacha a comer y tomar algo. En una 'choza' vendían comida rápida y jugos de zapote. Tuve la osadía de brindarle comida y un jugo de zapote y la joven aceptó tal invitación.

El bus reanudó su marcha y fue cuando la muchacha me preguntó: "¿Cómo te llamas?" Le respondí: "Marcos Antonio Barros Pinedo". "¿De dónde eres?"  "Soy de Riohacha", indiqué.
"¿Por qué será que en Fundación y en Barranquilla hablan muy mal de los riohacheros?", me replicó la muchacha. Entonces le enfatice: "Si es cierto lo que tú dices que tenemos mala fama. En Fundación y en Barranquilla dicen que somos asesinos. Eso no es cierto. Los riohacheros somos gente muy amable, somos gente de paz y somos amigos de nuestros amigos. ¡Eso sí!, en ningún momento podemos aceptar que nadie pase por encima de nosotros. ¡Respetamos, para que nos respeten!"



Una Difunta Regresa Del Más Allá, Para Vivir Seis Horas De Amor a Primera Vista


En medio de la conversación la linda chica se me presentó como María Luisa De Los Santos Bracamontes; me dió su mano derecha y me agradeció la atención que le brindé cuando el bus hizo la estación en Ciénaga.

De momento me sentí preocupado, porque al estrechar la mano de esa mujer tan bonita, la sentí fría. Encendí un bombillo del bus para mirarle la cara, y le noté el rostro muy pálido.

Lo cierto, es que desde que nos vimos en la Estación de Brasilia, -en Barranquilla-, María Luisa y yo, experimentamos una atracción mutua.

El bus marchaba a 100 kilómetros por hora y con la luz apagada. Seguimos dialogando. Ella me dijo que era de Fundación (Magdalena), pero que estudiaba Derecho en la Universidad Libre de Barranquilla, e iba a su casa para hacer una diligencia familiar y se regresaba un día después, a la capital del departamento del Atlántico.

Me tomé el atrevimiento de tomar sus manos entre las mías y se las seguí sintiendo frías. Le acaricié el cabello sin sentir ningún rechazo. No perdí más el tiempo y la besé en los labios, pero de inmediato me hice el siguiente interrogante: "¿Por qué será que María Luisa permanece con las manos y los labios muy fríos?

Comencé a inquietarme: con las luces apagadas, Maria Luisa notó mi inquietud y me dijo: "No te pongas nervioso. No te inquietes. Te diré algo que no me vas a creer: Me gustas desde el mismo momento en que te vi en la Estación de Brasilia. Para mí ha sido como un amor a primera vista. Lastimosamente porque a pesar que somos jóvenes, lo de nosotros será siempre un amor imposible. Algún día lo entenderás".

Le respondí: "¿Por qué te expresas así ?  Por qué tiene que ser un amor imposible?" Ella me replicó llorando: "¡Algún día lo entenderás!"

Cuando el bus estaba llegando a Fundación, casi a las 12:00 de la noche, le pedí a María Luisa la dirección y los números telefónicos de su casa en Fundación y en Barranquilla y me contestó llorando: "No te doy mi número de teléfono ni las direcciones que me pides. Algún día lo entenderás".

"En estos momentos me invade la tristeza. Marcos, se está llegando el momento de despedirme de ti para siempre. A un kilómetro me quedo en la finca de mis padres que se llama 'Las Mercedes'. Al momento preciso le gritó al chofer del bus: "Señor, señor, yo me quedo aquí".


Sus fríos labios me besaron, sus manos acariciaron mi rostro y finalmente me dijo: "Marcos, te conocí hoy, y te quiero mucho hasta hoy. Piensa, medita y analiza todo lo que te dije durante el viaje. Que Dios te bendiga".

Cuando María Luisa se bajó del bus a las 12:00 de la noche, me di cuenta que ninguna persona la estaba esperando en la entrada de la finca que ella me mencionó, pero el bus emprendió la marcha y la vi que se perdió en la oscuridad.

Varios pasajeros que viajaban conmigo comenzaron a murmurar y una señora que iba con su esposo y una niña como de seis años, atinó a decir, "Mucho valor el de esa joven muchacha. Quedarse a esta hora de la noche en este lugar sin que ninguna persona la espere, cuando por la luz que estoy viendo, la finca está bastante retirada de la carretera. Por cierto que es muy bonita, y parece que hubo amor a primera vista con el joven que está en la banca de atrás".

Ante la despedida de María Luisa, quedé  feliz, ero indudablemente preocupado, pues nunca le sentí calor humano. Sus miradas, sus manos y sus besos eran fríos como un bloque de hielo. El bus siguió con su recorrido y me dormí profundamente.

Cuando llegamos a Cuestecitas, a las 4:00 de la madrugada, hice trasbordo a un bus de la Empresa Copetran, marcado con el número 2714, para llegar a Riohacha a las 7:00 de la mañana.

Al llegar a mi tierra no daba crédito a lo sucedido. En ese viaje conocí y me enamoré de una mujer tan bella que quizás nunca más volvería a ver. De todas maneras, el tiempo se encargó que olvidara la aventura y a la hermosa María Luisa Bracamontes.

Cinco Años Después

Pero, cinco años después, tuve otra increíble experiencia relacionada también con María Luisa. Yo laboraba en una entidad bancaria en Riohacha y me correspondió gozar de mis vacaciones. El 24 de  diciembre de 1.972, viajé a la ciudad de Fundación, a pasar la Navidad con mi hermana Rosalba Curiel Barros, a quien quiero como si fuéramos hermanos de padre y madre.

Como era víspera de Navidad, me puse mi vestido entero con ganas de rumbear. Cuando mi hermana me vio vestido me dijo: "No te vayas para la calle a beber, porque quiero que me acompañes a una fiesta donde una familia que me aprecia mucho y me invitaron a pasar una Nochebuena Agradable". Le respondí: "Ni más faltaba mi hermana. Cuenta conmigo".

A la fiesta llegamos a las 8:00 de la noche. Tremenda impresión me dio que casi me desmayo,
cuando en la sala de esa familia amiga de mi hermana Rosalba, vi una fotografía grande, en blanco y negro. ¡No lo podía creer! Era la imagen de María Luisa De Los Santos Bracamonte, aquella joven bonita que había conocido cinco años atrás, cuando viajamos juntos en el bus de Brasilia desde Barranquilla hasta cerca de Fundación, cuando ella se quedó en una finca casi a las 12:00 de la noche. Cambié de semblante. Luego pedí un vaso con agua para controlar mi situación nerviosa.

Rosalba, me presentó a los dueños de la casa y los apellidos eran los mismos de María Luisa.
Entonces le pregunté a la dueña de la casa: "¿Aquí vive María Luisa De Los Santos Bracamontes?".

"Vivía, -me respondió la señora-, porque ella murió hace diez años en un accidente de tránsito, cuando viajaba de Barranquilla a Fundación. Mi hija estudiaba Derecho en Barranquilla". Pensaba regresarse a la capital del departamento del Atlántico, después de algunas diligencias personales.

Sin pena de ninguna naturaleza y sin temor a exponerme a la burla de los invitados a la fiesta, le dije a la señora: "Yo, viajé con su hija hace cinco años. Ella se quedó en una finca cerca de esta ciudad, a las 12:00 de la noche".

La señora me respondió: "Esa finca se llama 'Las Mercedes', y es de nosotros, pero no lo puedo creer, porque mi hija ya está que cumple diez años de muerta". 

Las personas que se encontraban cerca, -escuchando la conversación, incluyendo a mi hermana Rosalba-, quedaron atónitas y se hicieron la señal de la Santa Cruz. Siguieron llegando invitados a la fiesta y la charla con la mama de Maria Luisa De Los Santos Bracamontes, concluyó.

Debo  recordar que la fiesta se inició con el disco:  "No te cortes el cabello, porque allí está mi cariño", de Alfredo Gutiérrez Vital.

En esa casona logré ubicarme en el patio en compañía de otros invitados, -para mi, desconocidos-, y bebí varios tragos de Old Parr de manera consecutiva. Cuando avanzaba la madrugada, repitieron el disco "No te cortes el cabello, porque allí está mi cariño".

Enseguida saqué a bailar a Griselda Rafaela, hermana de María Luisa. Y cuando le agarré las manos, psicológicamente, las sentí frías como el hielo: le miré el rostro y se lo noté pálido como un cadáver.

Griselda Rafaela me preguntó:  "¿Por qué estás asustado?"

"Es que no logro entender lo que me pasó con tu hermana María Luisa. Viajé con ella hace cinco años atrás".

"No me recuerdes a mi hermana, porque esta fiesta de Navidad era muy especial para ella", me replicó Griselda Rafaela.

Se terminó el disco y regresé a la mesa, no sin antes darle las gracias a Griselda Rafaela. Cuando terminé de bailar con Griselda Rafaela De Los Santos Bracamontes, no volví a tomarme un trago. No volví a bailar, y antes de las 3:00 de la madrugada le dije a mi hermana Rosalba: "Me voy de la fiesta. Me voy porque me siento mal. Quiero acostarme".

'Chaba',  muy intranquila me dijo: "Nos vamos. Esperame que me despido de mis amistades". Al salir de esa casa dejé la fiesta con la mayor alegría y miré por última vez la fotografía de María Luisa De Los Santos Bracamontes. y ya en medio de mis tragos ví que su imagen me miró, y me lanzó una sonrisa amorosa muy especial.

Puedo asegurar que con esa misma sonrisa, María Luisa, se despidió de mi cinco años atrás, cuando se bajó del bus de Brasilia, y se quedó en la finca de sus padres.

El tiempo no se detiene. Cuando han transcurrido 52 años, la imagen y la sonrisa de aquella joven estudiante de Derecho, jamás se ha borrado de mi mente.

Debo concluir, asegurando a mis lectores que esta crónica no nace de una ficción. Es la realidad de un momento de mi juventud, que se reflejó en un Amor a Primera Vista y fugaz como una centella, con una linda y hermosa mujer que descansa en paz en su última morada en la ciudad de Fundación, departamento del Magdalena. Y... ¡Pare de Contar!

Título Original: "Amor a Primera Vista con una Hermosa Mujer Que Resultó Difunta"



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