La Ira y la Frustración: Conozca los Mecanismos de Control
Gestión constructiva de la ira y la frustración
Fuente: psicologiaymente.beehiiv.com
Si hay una emoción que destaca por su mala fama esa es la ira. La razón por la que esta se castiga socialmente con frecuencia reside en su asociación con el comportamiento agresivo. En otras palabras, se da por hecho que sentir ira va irremediablemente asociado a una conducta violenta hacia uno mismo y/o hacia los demás.
Sin embargo, lo que quizá no sepas es que la ira no es, en realidad, sinónimo de agresividad. La ira es, como venimos comentando, una emoción, un evento interno que nos mueve por dentro. Por el contrario, la agresividad y la violencia se materializan en forma de acciones evidentes a ojos de los demás. El salto entre el sentir y el hacer no es algo inevitable. En ese punto de inflexión es posible tomar medidas para dar una salida a la rabia que sea adaptativa y no traiga consigo daños indeseados.
El problema de la ira no es la ira en sí, sino lo que hacemos con ella. Dado que tenemos muy interiorizada su asociación con un mal comportamiento, la solución intentada la mayoría de las veces pasa por reprimir, invalidar y bloquear la emoción. Para entenderlo con facilidad, sentir rabia y tratar de reprimirla es algo así como cubrir una olla que está al fuego con una tapa.
No queremos ver que está hirviendo, así que la cubrimos creyendo que así desaparecerá. El problema es que, precisamente, poner una tapa suele hacer el efecto contrario: el agua cada vez hierve con más fuerza hasta que finalmente se desborda. Si nos centramos en luchar contra nuestra ira en lugar de entenderla y regularla, posiblemente acabemos comportándonos como ollas a presión con patas.
Lo cierto es que la ira no sólo es una emoción natural que debemos normalizar. Esta también representa un potente mecanismo adaptativo en algunas situaciones. La ira es movilizadora, nos ayuda a defendernos cuando alguien nos pisa, es el empujón que nos conduce a “sacar los dientes” y preservar nuestros derechos y nuestra dignidad.
Por eso, conectar con ella no sólo está permitido sino que es fundamental para funcionar correctamente como individuos. Ahora que ya hemos visto lo importante y necesaria que es la emoción de la ira, es momento de hablar acerca de cómo podemos canalizar sin dañar.
Trabaja en la comunicación asertiva y el establecimiento de límites: Muchas veces la rabia nos desborda porque estamos muy habituados a reprimir aquello que pensamos, sentimos o necesitamos.
Es fundamental trabajar en mejorar nuestra forma de comunicarnos con los demás para poder ventilar aquello que llevamos dentro. De la misma manera, es fundamental saber poner límites a los otros, decir que NO y marcar terreno. Recuerda, la rabia suele dispararse cuando sentimos que el resto nos pisa.
Acepta la rabia, no la juzgues ni la camufles: Socialmente todos aprendemos que la ira es algo indeseable. Sin embargo, una actitud juiciosa hacia ella no nos ayuda a relacionarnos de manera sana con lo que sentimos. Si sientes rabia, acéptala, acoge las sensaciones que la acompañan y llámala por su nombre (no la suavices ni la bautices como si fuera otra emoción). No te machaques pensando que no deberías sentirte así o que eres mala persona por ello. Sentir rabia es humano y si esa emoción ha aparecido es para avisarnos de que algo no va bien, mírala como tu aliada.
Aléjate del foco: Si sientes que estás a punto de explotar, aléjate de la situación que te ha disparado el malestar y respira.
Busca vías de escape como el deporte o el dibujo, a través de los cuales puedas sacar al exterior lo que sientes.
Ve a terapia, ya que un profesional podrá brindarte un espacio libre de juicios donde entender a fondo la raíz de esa rabia y la mejor forma de regularla en tu caso particular.
Meditación: una buena herramienta para gestionar la ira
Además de las pautas que hemos comentado más arriba, no está de más comentar brevemente qué es la meditación, ya que esta puede ser útil para trabajar en la gestión de la ira.
La meditación es una práctica milenaria, asociada generalmente a un estado profundo de calma física y mental. Este tipo de estrategia encuentra su origen en las religiones asiáticas, aunque en occidente se ha popularizado ampliamente en los últimos años.
Aunque existen numerosas formas de llevar a cabo la meditación, todas ellas suelen ir encaminadas a reducir los niveles de estrés y lograr relajación. También permite cultivar una actitud de aceptación ante las cosas que nos ocurren, algo que como hemos visto favorece la relación no sólo con la adversidad, sino también con nuestros eventos internos.
Para meditar se suele buscar un espacio tranquilo donde sentarse o tumbarse con los ojos cerrados. Meditar puede ser clave para recuperar la calma cuando nos sentimos abrumados por emociones difíciles como la ira.
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