Uso y Abuso De Las Etiquetas Diagnósticas En La Salud Mental

Las "etiquetas diagnósticas" o la explotación de la salud mental


  Natalia Menéndez, Pol Bertran


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Las implicaciones de las etiquetas diagnósticas 


Los últimos años han sido de enorme importancia en la concienciación alrededor de la salud mental. Lo que antaño representaba un gran tabú acerca del que nadie hablaba en voz alta, hoy es una cuestión mucho más normalizada. Sin embargo, hablar más acerca de la salud mental no significa que lo hagamos mejor.


El altavoz de las redes sociales es un buen ejemplo de ello, pues no son pocos los rostros conocidos e influencers que han hablado de sus problemas psicológicos con el fin de superar la barrera del estigma y ayudar a otras personas en una situación parecida. Por el lado de los profesionales esto también ha ocurrido, pues cada vez son más los psicólogos y psiquiatras que divulgan acerca de la salud mental.


Sin embargo, esta marea de información ha traído consigo algunos efectos colaterales negativos. La manera en la que esta se transmite, sin contemplar el contexto de cada uno y cayendo a veces en generalizaciones peligrosas, ha hecho que la sociedad emplee a la ligera términos que deberíamos manejar con enorme cautela.


Uno de los mayores conflictos derivados de este panorama tiene que ver con el uso y abuso de las etiquetas diagnósticas. Las etiquetas diagnósticas son términos empleados tradicionalmente por los profesionales de salud mental con el fin de clasificar y describir los problemas de salud psicológica de las personas.


La razón por la que estas etiquetas se han aplicado durante tanto tiempo tiene que ver sobre todo con el criterio de utilidad. Estas permiten dominar un lenguaje común que facilita la comunicación. También son un catalizador de trámites administrativos, pues permiten acceder a tratamientos especializados y recursos de apoyo que sin un diagnóstico oficial son imposibles de obtener.


Y, por supuesto, no podemos ignorar que tener una etiqueta es para muchas personas la puerta a la validación de sus experiencias. Saber que lo que se vive tiene un nombre y una descripción y que eso mismo le ocurre a otras personas brinda sosiego y certidumbre. Incluso, permite acercar a los pacientes y configurar comunidades y grupos de apoyo.


Aunque todos estos efectos positivos son una realidad, es necesario que veamos también la otra cara de la moneda. Las etiquetas, especialmente aquellas asociadas a la patología mental grave, se vinculan a menudo con el estigma y la discriminación. Así, los prejuicios de la sociedad suponen una barrera importante para construir una vida plena. Añadido a esto, el propio paciente puede ver perjudicada la percepción de sí mismo, hasta el punto de construir su identidad alrededor de la patología.


La persona no logra distanciarse de su problema, se fusiona con él. La singularidad del individuo se diluye y se ve eclipsada por el diagnóstico. Añadido a todo lo que hemos comentado, las etiquetas son muchas veces un lastre que lleva a la persona al fenómeno de la profecía autocumplida. El diagnóstico influye en su forma de comportarse, limitando su responsabilidad sobre el cambio y sus expectativas de mejora. Por todo ello, resulta esencial que el diagnóstico siempre venga de la mano de un profesional cualificado, que sepa utilizar con prudencia las etiquetas atendiendo a la individualidad del paciente.



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Los riesgos del autodiagnóstico 

 

En la era de internet, la información está al alcance de un click. Nadie diría que esto puede ser negativo, pero lo cierto es que en lo que a salud se refiere puede resultar algo peligroso. La información en sí misma no sirve de nada si no sabemos interpretarla de forma contextualizada. Para poder realizar un diagnóstico es necesario contar con un bagaje de conocimientos y experiencias que sólo un profesional puede tener.


El problema es que en las consultas de salud mental cada vez son más los pacientes que acuden sobreinformados, es decir, empapados de datos inconexos que han leído en internet. Esto hace que saquen conclusiones sin fundamento real, a veces influidos por su propio deseo de encontrar ese “algo” que explique su malestar.


Incluso, para muchos la demanda no reside tanto en entender su malestar y resolverlo, sino en confirmar el diagnóstico que vienen anticipando. En este punto, es deber de los profesionales sanitarios el comprender junto al paciente el porqué de esta necesidad. ¿Qué esperan con la confirmación del diagnóstico? ¿Validación? ¿Sosiego? ¿Soltar responsabilidades?


Como comentábamos anteriormente, las etiquetas son a menudo utilizadas de forma incorrecta, siendo muchas veces una estrategia para desviar la atención de lo verdaderamente importante, de aquello que hay debajo y que preferimos no atender ni mirar.


Educar a los pacientes en este sentido es esencial, ya que sólo así es posible que, si efectivamente existe un diagnóstico, este se realice con realismo y responsabilidad.


Un poco de actualidad en el mundo Psico 

Según un meta-análisis reciente, el autocontrol es heredable en un 60%.

Un nuevo estudio refuerza la idea de que tener un mayor nivel de inteligencia no nos acerca más a la felicidad.

El uso de esteroides en hombres está asociado a una menor capacidad para reconocer e identificar las emociones, según un estudio.

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