Semanas Santas Del Ayer: entre dulces, 'mogomogos', espantos, apariciones, verdades y mitos en Monguí

'Evocación de la Semana Santa, los aparatos y los ‘mogomogo’ de mi vieja'



Luis Eduardo Acosta Medina



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“Como fue un Viernes Santo/

el caso que aconteció/ 

se le ha presentado el diablo/ 

con la plata que pidió/


Firmaron el compromiso,/

el diablo se retiró/ 

y Simanca muy preciso /

salió a tomarse un ron/


A los nueve días cumplidos/ 

solo un día le faltaba/ 

y Simanca entristecido/

su alma estaba acongojada/


Compró cien escapularios/ 

a San Benito/ 

a San Antonio/ 

a San Juan /

y al Señor De Los Milagros/

para que lo fuera a salvar,/


Simanca estaba dormido/ 

y el diablo se presentó/ 

lo cogió desprevenido/

y a los santos le quitó/


Y le dijo/

 aquí nada vale Antonio,/

aquí nada vale Juan/ 

ni el Señor De Los milagros/ 

y conmigo vas a viajar/”



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En estos días de reflexión, de recordaciones, de oración y de muchos motivos para embriagarnos de nostalgia con motivos de La Semana Santa, hemos recordado la canción titulada 'Lo que el diablo se llevó', grabada por Osvaldo Rojano y Virgilio de La Hoz, que fue incluida en el LP La Última Cita, que salió en 1979 en el corte  inco del Lado A y tiene Derechos Reservados de Autor.


En este tema se refiere la historia del hombre que hizo el negocio con el rey de la tinieblas y con la intención de no pagarle compro con la plata recibida, escapularios que finalmente no lo pudieron salvar.


Suficiente motivo para recordar los cuentos de súbitas apariciones misteriosas y de las historias que se contaban cuando yo estaba muchacho sobre los aparatos que le salían a la gente en los montes cercanos durante la Semana Mayor.


Han sido y siguen siendo los Días Santos, fuentes de historias, cuentos, relatos y crónicas estremecedoras que dan cuenta de la capacidad de la mente humana, pero además nos ponen de presente que como decían los abuelos “Yo no creo en brujas pero que las hay las hay” y no todas las cosas que se refieren a este tema, son fantasiosas,.


Personalmente tengo un episodio que me sucedió el Jueves Santo en el año 1998. Resulta que a mi me gustaba viajar de noche.


Ese día deje que anocheciera, para viajar desde Fonseca hacia Riohacha. Solo veníamos mi esposa mi hija mayor - que estaba pequeñita - y yo.


En el kilometro 22 aproximadamente, se me estallo una llanta. Eran las nueve de la noche. Nos bajamos. Ttodo estaba oscuro, ningún vehículo pasaba. Solo se escuchaba a lo lejos un gallo que cantaba en alguna ranchería cercana y los grillos que imperturbables, pitaban incesantemente.


Afloje las tuercas, levante  el carro con el gato como pude, porque todo estaba a oscuras. Enredado, porque nunca había tenido que cambiar llantas.


Cuando bajé la llanta de repuesto fue que me di cuenta que estaba vacía. ¡No tenia aire! 


Entonces la niña dijo “Papi mira para allá“, señalando el monte. “Ahí está San Antonio ve” 


Le dije que se dejara de locuras que no había nadie. Ella insistía y dijo: “Míralo. Tiene al pelaito cargao” 


Yo me moria de miedo pero no lo podía evidenciar. Le decía que ahí no había nadie, como en efecto no veíamos nada.


Cuando ya el miedo estaba dando paso al terror, una luz asomó a lo lejos. Era un carro que venia también con dirección a Riohacha.


Pensé “Con este miedo que tengo o para o me le atravieso”. ¡Ellos me conocieron! 


Esos Ángeles que Dios me mandó, eran la prima Onolis Ibarra y Pinilla su marido. Me reconocieron, pararon y nos auxiliaron.


No les conté lo que nos estaba sucediendo, porque sabia que si les decía talvez por miedo nos dejaban solos,.


Como el gato que sube una estufa caliente no sube otra ni si esta helada, mas nunca he viajado por las noches ni Jueves ni Viernes Santo. Mi vieja decía que los niños ven, lo que uno normalmente no ve.


Igual recuerdo el incesante pitar de la olla de presión de mi madre, cuando ablandaba los frijoles y los guineos manzanos maduros en sus anafes de hierro con carbón.  


Dentro de los rituales que desplegaba en la cocina de nuestra casa en Mongui, para preparar 'los mogomogo'. 


Así le decíamos a las mazamorras de frijol con guineo maduro y a la de guineos maduros con coco y leche que ella hacia, para compartir en la casa y para repartir en el pueblo, entre los familiares y amigos.


Mientras las olletas poporeaban y su olor nos desesperaba porque todo estuviera, comíamos las que llegaban de otras casas, en potes, ollas, olleticas, baldecitos, totumas o calderos.


Eso era sucesivo: chiquichiqui, arroz con leche, dulces etc, todo para aguantar mientras estaban listos los de la casa. ¡Eso era emocionante! 


Ese cruce de platos entre unos y otros, era parte del paisaje de esas Semanas Santas junto a nuestros viejos, 


El salón de mi casa se llenaba de muchachos que jugábamos cualquier cosa, y los viejos llegaban a conversar. Ellos hablaban, compartían anécdotas, recordaban cosas que sucedían antes y durante esos días y yo no me perdía ni una silaba.


Tenia la mala costumbre de escuchar todo lo que ellos decían. Eso me permitió grabar en mi mente, miles de asertos campechanos, relatos y muchísima información sobre el pueblo y la región.


Los días eran largos, grises, lentos y la actividad en el campo durante los dos días más grandes se suspendían.


Sacaban la leche para los 'potajes', como también les decían a esa mazamorras y dejaban que los terneros se mamaran el resto. 


Pocos se atrevían a ir a los rastrojos. Los únicos que lo hacían eran los 'cogedores de pericos', que  eran personas que tenían una especial habilidad para enterarse a donde se encontraban los nidos de cotorras pericos y loros, de los cuales se decía que si se capturaban Jueves o Viernes Santos, hablaban pronto y bastante 


También iban a los palos de olivos y de limón a las doce del día del Viernes Santo, a sacar 'higas'. Eran como una semilla blanca, la cual supuestamente sólo se encontraba en ese momento crucial.


Recuerdo que los Viernes Santos, papá encendía el radio transistor marca 'Sanyo', de cubierta de cuero. Lo colocaba a alto volumen al medio día, para que todos escucháramos el Sermón de las Siete Palabras.


En ese momento nadie hablaba en voz alta. El relato de los curas me estremecía y me impactaba la forma como mal trataron a Jesús de Nazareth y la injusticia de su condena a morir sin haber cometido delito alguno.


Lástima que muy poca atención le prestan los medios de comunicación a esa tradición, que he sabido inicio en el Siglo XVII por un sacerdote Jesuita en Perú y hace referencia a las ultimas siete palabras pronunciadas por Jesús antes de ascender al cielo. 


Seria muy importante que se recuperara esa tradición tan cercana a mi familia, propicia para estos días y muy especialmente para el Viernes Santo, ese día del Viacrucis que concluye con la crucifixión de Jesús. 


Les deseamos una semana de reflexión y cercanía a Dios a todos nuestros lectores. 


¡Cuánta falta nos hacen en esta Semana Mayor, nuestros padres y hermanos que ya han partido en su viaje sin retorno!


Para ellos todos los días son santos, para nosotros los días santos son de renovado duelo por su ausencia. 


¡Que vaina!

 


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Título Original: 'Evocación de la Semana Santa, los aparatos y los ‘mogomogo’ de mi vieja'

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