Investigaciones cientificas aseguran que un trauma se puede transmitir de generación en generación sin haberlo vivido
El trauma no termina contigo: así se hereda el dolor de generación en generación
Nuevas investigaciones revelan cómo el trauma psicológico puede transmitirse entre generaciones, afectando incluso a quienes no vivieron el evento.
Durante años, la psicología se centró en el individuo, sin considerar cómo el dolor de una generación puede marcar a la siguiente. Hoy, gracias a la epigenética y al estudio del apego, sabemos que los traumas vividos por nuestros antepasados pueden dejar huella en nuestro cuerpo, emociones y vínculos. Esta publicación explora cómo se transmite el trauma generacional y, sobre todo, qué podemos hacer para cortar ese ciclo y comenzar un camino hacia la reparación emocional.
Por Natalia Menéndez, Pol Bertran
El trauma generacional y su transmisión comportamental y epigenética
En sus comienzos, la psicología trataba de indagar en el comportamiento y las emociones humanas desde una perspectiva focalizada en el individuo. Los aspectos ligados a la familia, la cultura o la sociedad no eran atendidos como variables relevantes para entender el origen del sufrimiento. La raíz de los problemas solía ser buscada exclusivamente en la mente o en la conducta del sujeto.
Sin embargo, en las últimas décadas esta visión tan limitada se ha ido enriqueciendo gracias a aportes de diferentes disciplinas. El desarrollo de la teoría del apego, los avances en el mundo de la genética y una creciente sensibilidad por las masacres vividas en el pasado (genocidios, esclavitud, conflictos armados…) han sido algunos de los aspectos más influyentes. Gracias a ello, se comenzó a abrir todo un campo de estudio alrededor del llamado trauma generacional.
Sin embargo, fue un detonante el que marcó el inicio de esta nueva perspectiva de forma directa: investigaciones realizadas con descendientes de supervivientes del Holocausto. Estas investigaciones identificaron que los hijos y nietos de los supervivientes mostraban síntomas asociados a diversos problemas de salud mental sin explicación aparente y sin haber vivido directamente aquella terrorífica experiencia. Esto llevó a los psicólogos a considerar que el trauma podría tener un alcance más allá de la propia persona afectada, influyendo también en su descendencia.
Así, el trauma generacional se define como la transmisión del trauma psicológico de una generación a otra, incluso cuando los descendientes no han experimentado de manera directa los eventos traumáticos. Lo más interesante de este concepto y toda la investigación que lo rodea es que hay diferentes mecanismos por los cuales el trauma psicológico puede ser transmitido de padres a hijos. Entender estos mecanismos está siendo una pieza clave para esclarecer el origen del dolor emocional en pacientes que no han vivido de manera evidente eventos en primera persona que justifiquen su sufrimiento.
Más concretamente, hoy vamos a hablar en detenimiento de dos vías a través de las cuales el trauma se transmite entre generaciones. Por un lado, la vía epigenética y, por otro, la comportamental.
La epigenética se centra en el estudio de la expresión de nuestros genes y cómo esta puede verse afectada por factores de tipo ambiental (como es el caso de las experiencias traumáticas) sin alterar la secuencia de ADN subyacente. Las investigaciones en el campo de la epigenética señalan que vivencias traumáticas como guerras, hambrunas o abusos pueden “encender” o “apagar” ciertos genes mediante modificaciones como, por ejemplo, la metilación del ADN. Estas modificaciones pueden afectar a genes vinculados con la respuesta de estrés, entre otros. En este sentido, los estudios han observado cómo hijos de supervivientes al Holocausto o el atentado del 11 de septiembre muestran alteraciones en genes relacionados con el estrés.
En cuanto a la transmisión comportamental del trauma entre generaciones, es importante tener en consideración el papel del apego y de las dinámicas familiares. De esta manera, los padres traumatizados pueden encontrar problemas para establecer un vínculo seguro con sus hijos, ya sea por mostrarse excesivamente ansiosos o, por el contrario, desconectados de sus propias emociones. En los casos más graves, los padres pueden llevar a cabo conductas negligentes o maltratantes a causa de su propio dolor emocional.
Los niños que crecen sin un vínculo seguro y saludable pueden desarrollar respuestas emocionales similares a las de sus progenitores aun sin haber vivido el evento original en primera persona. Podríamos decir que el miedo, la desconfianza, la violencia o la tristeza son reacciones que pueden transmitirse a través del vínculo entre padres e hijos, lo que a veces sucede de forma repetida en varias generaciones sucesivas.
Lo más curioso de ambos mecanismos es que no son independientes, sino que se retroalimentan. Una modificación epigenética puede hacer a una persona más vulnerable al estrés existente en el hogar, de la misma forma que un ambiente inseguro emocionalmente puede favorecer la aparición de modificaciones epigenéticas.
A pesar de que estos mecanismos son reales y tienen un impacto enorme en la salud mental de las familias, lo cierto es que es posible romper el ciclo. Para ello, es clave que uno de los miembros tome conciencia de su dolor y pueda buscar ayuda profesional. La terapia psicológica, especialmente aquella especializada en el abordaje del trauma psicológico (empleando técnicas basadas en el trabajo somático o el EMDR, entre otras) es un arma muy poderosa para sanar las heridas y evitar que esta secuencia se perpetúe.
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