El Olor Corporal Depende De Los Alimentos Que Se Consumen
El olor que seduce: cómo tu dieta cambia tu atractivo sin que lo notes
La comida que eliges altera tu olor natural y puede hacerte más (o menos) atractivo. Ajo, frutas, carne, alcohol... todo modula ese aroma invisible que influye en la química social y en la percepción que otros tienen de ti
Nuestro olor corporal es una señal silenciosa que influye en la atracción mucho mÔs de lo que imaginamos. Y lo sorprendente es que gran parte de ese aroma (agradable o no) se cocina en nuestra dieta.
Algunos alimentos intensifican olores fuertes, mientras que otros hacen que nuestro aroma resulte mÔs dulce, saludable y atractivo. En este informe exploraremos cómo lo que comemos moldea la percepción que otros tienen de nosotros, y por qué el atractivo empieza, literalmente, en el plato.
— Pol Bertran
Cómo comemos y cómo olemos: la psicologĆa invisible detrĆ”s del olor corporal
Si hubiera que elegir uno de los canales comunicativos mĆ”s infravalorados del ser humano, ese serĆa el olor. No el perfume que escogemos conscientemente, sino ese aroma propio que nos acompaƱa sin que podamos despegĆ”rnoslo.
Cada uno de nosotros tiene una especie de “huella aromĆ”tica” tan Ćŗnica como una huella dactilar: un conjunto de molĆ©culas volĆ”tiles que hablan de nuestra genĆ©tica, nuestras hormonas, nuestro estado de Ć”nimo, nuestra salud… y tambiĆ©n de aquello que comemos.
En las Ćŗltimas dĆ©cadas, la psicologĆa social y la biologĆa humana han ido desmontando la idea de que el olor corporal es un simple subproducto de la higiene. En realidad es un mensaje. Un lenguaje antiguo, pre-verbal, que aĆŗn influye en cómo nos perciben los demĆ”s, incluso en Ć”mbitos tan profundos como la atracción.
Los estudios muestran que el olor de una persona revela cosas tan distintas como si estĆ” ansiosa, si estĆ” ovulando, si estĆ” enferma o incluso si es mĆ”s dominante o mĆ”s tĆmida. Pero dentro de ese abanico de factores incontrolables, hay uno sobre el que sĆ podemos influir directamente: la alimentación.
Y aquĆ es donde las cosas se vuelven realmente fascinantes, porque comer no solo transforma lo que sentimos por dentro, sino tambiĆ©n cómo olemos por fuera —y cómo nos perciben los demĆ”s.
El viaje de la comida por nuestro olor: del intestino a la piel
Todo lo que comemos modifica nuestro olor corporal siguiendo dos rutas principales. La primera pasa por la microbiota intestinal. Cuando digerimos un alimento, las bacterias del intestino metabolizan cada compuesto quĆmico. Algunas de esas reacciones generan gases volĆ”tiles que viajan hacia arriba y salen en forma de aliento. Por eso algunos alimentos provocan halitosis casi inmediata, mientras que otros lo hacen horas despuĆ©s, cuando las bacterias han completado su trabajo.
La segunda ruta es la piel. Tras la digestión, ciertos compuestos circulan por la sangre y llegan a distintos tejidos, incluida la dermis. Al sudar, esas moléculas salen al exterior y se encuentran con las bacterias de la piel, que son las verdaderas creadoras del olor corporal. El sudor, por sà mismo, no huele. El olor aparece cuando esas bacterias metabolizan los compuestos presentes en el sudor.
Hay alimentos que liberan sustancias particularmente volĆ”tiles —sobre todo aquellos ricos en azufre—, y otros que alteran el equilibrio microbiano de la piel o del intestino, intensificando o suavizando nuestro aroma.
A veces, esos cambios se traducen en olores fuertes y desagradables. Otras veces, sorprendentemente, en un olor mĆ”s atractivo. SĆ: comer puede hacerte oler mejor… o peor. Y la ciencia estĆ” empezando a descifrar cómo.
Lo que comemos cambia cómo nos perciben: del ajo al brócoli, de la carne a la fruta
Empecemos por los alimentos mÔs famosos por sus efectos aromÔticos: el ajo y la cebolla. Ambos pertenecen a la familia de los alliums y estÔn repletos de compuestos azufrados que se liberan en diferentes etapas de la digestión.
Esos compuestos viajan desde el aliento hasta la piel, dejando un rastro inconfundible. Nadie se sorprende al escuchar que el ajo deja mal aliento. Lo interesante es que tambiƩn hace que la gente huela mƔs atractivo.
Un equipo de investigadores checos realizó varios experimentos en los que hombres comĆan diferentes cantidades de ajo, y posteriormente recogieron su olor en compresas colocadas en las axilas.
Decenas de mujeres evaluaron esos olores segĆŗn su atractivo, intensidad, masculinidad y agrado. El resultado fue inesperado: cuanto mĆ”s ajo comĆan los hombres, mejor olĆan para ellas. No por el aroma en sĆ, sino porque los compuestos antioxidantes del ajo parecen mejorar el estado general del organismo, lo que se refleja en un olor corporal mĆ”s saludable.
Con las verduras crucĆferas (como el brócoli, la col o las coles de Bruselas) ocurre algo distinto. TambiĆ©n estĆ”n llenas de compuestos azufrados, pero en este caso, el olor resultante suele ser mĆ”s fuerte, a veces incluso desagradable. La piel elimina parte de esos compuestos y el olor se vuelve mĆ”s penetrante.
En cambio, quienes consumen mĆ”s frutas y verduras frescas suelen tener un olor mĆ”s dulce, floral y suave. En un estudio australiano, las parejas evaluadoras describĆan estos aromas como mĆ”s agradables y mĆ”s atractivos.
Tiene sentido: las frutas contienen carotenoides y antioxidantes que modifican la composición del sudor, haciéndolo menos propenso a generar olores fuertes cuando se mezcla con las bacterias de la piel.
De hecho, incluso el tono ligeramente mĆ”s dorado de la piel (causado por los carotenoides) se asocia con mayor atractivo fĆsico, creando un doble efecto.
¿Y la carne? AquĆ la ciencia tambiĆ©n aporta un dato llamativo: los hombres que seguĆan una dieta sin carne durante dos semanas eran evaluados como mĆ”s agradables y mĆ”s atractivos en olor que cuando consumĆan carne regularmente.
La diferencia no era enorme, pero sà consistente. Es posible que la alta cantidad de grasas saturadas y aminoÔcidos presentes en la carne modifique el sudor de forma que intensifique su olor.
El alcohol, por su parte, deja una huella clara. El cuerpo lo transforma en acetaldehĆdo, que es un compuesto extremadamente volĆ”til y fĆ”cil de detectar. No solo sale por el aliento: tambiĆ©n se excreta por el sudor, dejando ese olor Ć”cido y rancio tan caracterĆstico. AdemĆ”s, el alcohol reseca la boca, lo que favorece la proliferación bacteriana y agrava el mal aliento.
La cafeĆna puede intensificar la sudoración en las zonas ricas en glĆ”ndulas apocrinas, como las axilas, lo que crea un ambiente perfecto para que las bacterias florezcan y aumente el olor corporal. Curiosamente, tambiĆ©n se ha detectado cafeĆna en el sudor humano, aunque no se sabe si afecta directamente al olor.
¿Podemos controlar cómo olemos? MĆ”s de lo que creemos
Aunque el olor corporal estÔ influido por factores que escapan a nuestro control (desde nuestras hormonas hasta nuestra salud general), la alimentación tiene un papel mÔs decisivo de lo que imaginamos.
Comer frutas y verduras frescas no solo es bueno para el cuerpo: tambiƩn mejora nuestro aroma. Consumir carne en exceso, alcohol o alimentos muy ricos en azufre, puede intensificar un olor mƔs fuerte o mƔs Ɣcido.
Lo mÔs sorprendente de toda esta investigación no es tanto qué alimentos nos hacen oler de una manera u otra, sino cómo de compleja es la relación entre olor y percepción social.
La evolución ha unido nuestros sentidos a seƱales quĆmicas que operan por debajo de nuestra conciencia. Podemos pensar que juzgamos a alguien por su conversación o su sonrisa, pero en algĆŗn lugar, muy profundo, tambiĆ©n estamos respondiendo al mensaje invisible que transmite su olor.
El aroma personal es una combinación de biologĆa, quĆmica y psicologĆa. como ocurre con tantos otros aspectos de nuestra vida mental, empieza mucho antes de que lo notemos: en el intestino, en las bacterias de la piel, en la comida que escogemos cada dĆa sin pensar en las consecuencias aromĆ”ticas.
Si algo muestra esta investigación es que oler bien (o al menos oler “saludable”) no depende Ćŗnicamente de perfumes y duchas. Depende, tambiĆ©n, de cómo nutrimos el cuerpo que genera ese olor. Somos, literalmente, lo que comemos… y tambiĆ©n olemos como comemos.
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