De la pesadilla a la realidad

Sinceramente no sé cuándo comenzó, pero recuerdo que me persiguió por mucho tiempo.

Esa pesadilla dejó de atormentarme cuando se instaló en algún sitio de mi mente, esperando el momento exacto, para convertirse en realidad.



Siempre era lo mismo. La historia se desarrollaba en el mismo escenario…

Era allí en el patio de mi casa. Esa casa de la infancia que nunca olvidaré, poseedora de buenos recuerdos -que no sabía cuando era pequeña-, se iban a constituir en el más grade tesoro que me acompañaría y fortalecería espiritualmente durante toda mi vida.

Siempre se repetía una y otra vez. Allí estaba esa pesadilla como un mal augurio y nunca supe por qué. ¿Cuál era su origen? No lo sé. ¿Por qué me perseguía? Tampoco lo sé.

Era una sensación de persecución que me atormentaba durante el sueño y me hacía despertar totalmente agotada, indefensa y asustada.

Llegaba sin previo aviso, cuando menos la esperaba. Llegaba y me atormentaba, sin escapatoria posible. Simplemente allí estaba y se quedaba. Sentía que alguien me perseguía, pero yo nunca logré identificarlo.
Sólo sé que yo corría, corría y el miedo me consumía. No recuerdo si esa tenebrosa figura en alguna oportunidad logró alcanzarme. Sólo sé que de ella emanaban energías negativas de las cuales yo siempre quería alejarme.

Fui creciendo y con el paso del tiempo, contrario a lo que yo pensaba, el personaje de la pesadilla me siguió acechando. Siempre estaba allí. ¡No desaparecía!

Nunca le conté a nadie por temor a lo que pensaran de mí, pero decidí que aún cuando ella se instalara en no sé qué lugar recóndito de mi mente, por no sé qué cosas de la vida y de allí no la podía sacar, tampoco la iba a dejar gobernar toda mi vida.

Durante el día minimizaba mis temores y tan pronto veía acercarse la noche, la preocupación me invadía. ¿Volvería a visitarme 'esa figura', con la maldad que yo en ella percibía?

Entonces llegaban esos recuerdos de la infancia cuando despertaba asustada y sabía dónde sentirme protegida. Corría hacia la cama de mis padres y entre sus sábanas me metía.

¡Cómo añoro el pasado! Ahora me invade la melancolía. Hoy con el paso de los años, en vez de sentirme fortalecida, me siento sola sumamente frágil y desprotegid

¿Por qué no puedo desprenderme de esta pesadilla? -Era la pregunta que internamente me hacía- ¿Por qué no podía exteriorizar lo que sentía?

De pronto temía que pensarán que algún desequilibrio mental era la causa de esa pesadilla, que no sé por qué desde hace tanto tiempo se repetía.

Un buen día decidí contarle a alguien lo que por dentro me perseguía. La decisión no era fácil de tomar. ¿Quién sería esa persona en la cual yo confiaría y que al mismo tiempo no dudara de la cordura mía?

No la escogí. Simplemente llegó. Allí estaba yo relatándole minuciosamente a esa persona, detalle a detalle lo que por tanto tiempo guardé con tristeza en el alma y con temor en la memoria mía.

¡Qué sorpresa! Si lo hubiera sabido antes, antes lo contaría. Cuando decidí compartir la pesadilla, ella se hizo realidad y para siempre se alejó dejando tranquila la vida mía.

Una buena noche por esas cosas de la vida mi madre dejó la puerta del patio abierta. “Hace mucho calor y así refresca la temperatura”, argumentó y seguidamente se acostó.

¿Esa noche, iba a ser la noche de mi bien o de mi mal? En ese momento yo no lo sabía, pero pronto iba a obtener una respuesta y así podía librarme de mi pesadilla.

Fue por esa puerta abierta por donde logró salir mi pesadilla. Fue mi madre, quien logró salvar de la angustia el alma mía.

Ahora recuerdo los gritos de mi madre cuando alcanzó a percibir que un extraño entraba por esa puerta abierta a la casa de ella. Sí. A la casa de ella, de mi hermana y también la mía.

Yo estaba profundamente dormida. Esa noche aún no me había visitado la 'figura' de la pesadilla, ¿Será que lo hizo y yo estaba profundamente dormida? ¿O presentía que hasta esa bendita noche me perseguiría?

¡Rosa… Rosa! Así gritó la madre mía. ¡Rosa… Rosa!

No sé cómo lo hice. Fue un salto que nunca practiqué ni en mis mejores tiempos, cuando era niña. Salté por una ventana que jamás pensé que saltaría.

Prácticamente 'volé' y llegué hasta la casa donde estaban mi madre y mi hermana. Era una casa grande, con un hermoso patio, con frente para dos calles. Era allí, en ese patio, donde se desarrollaba aquella pesadilla.

Cuando entré a la casa, encontré al intruso. No sé por qué lo relacioné con el personaje que me perseguía. Rápidamente fueron pasando por mi mente los cuadros de aquella película de pesadilla.

Al enfrentarme a él, algo extraño sucedió. En el mismo grado que sentía terror en la pesadilla, ahora, en la realidad, sentía que un gran valor me invadía.

Yo no sé quién me perseguía. Nunca pude ver el rostro de aquella 'figura', sólo recuerdo que después de cada episodio de persecución, yo despertaba realmente exhausta, sudorosa y aterrada.

Tampoco sé cuándo se inició exactamente esa pesadilla. Llegó entonces a mi mente el recuerdo del 'personaje' que me perseguía…

De él emanaban malas energías, en contraposición con la situación de extraña indefensión que mostró el hombre que entró esa buena noche por la puerta de la casa que dejó abierta la madre mía.

El hombre no emitió sílaba alguna ante nuestros reclamos. No sé qué sucedíó en su interior.¿Por qué entró a una casa ajena con la intención de asaltarla y después se llenó de temor?


Sólo sé que después que él desapareció por esa puerta abierta por la cual entró, con él también se fue aquella pesadilla mía.

















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