Colombia tendría 11 años de energía en una producción sostenida, manteniendo su consumo interno



Colombia petrolera: el desafío de no apagarse.


En el último año, se han invertido más de 250 millones de dólares en la exploración de cuencas gasíferas, con 13 nuevos descubrimientos.


Por: Andrés Boscán
kienyke.com

En reservas probadas, Colombia tendría 11 años de energía en una producción sostenida, es decir, manteniendo su consumo interno. Bastante imposible cuando se cuantifica un declive del 16 al 18% en La Guajira, por ejemplo.


Más allá del cuartico de hora que goza Colombia en el mercado petrolero, a causa del colapso de la industria venezolana en primera instancia, y la crisis por la que atraviesa México y Brasil, se puede afirmar que llegó el momento de la transformación.

"No se trata de abandonar el campo e industrializar la nación, sino de ejercer soberanía y autosustentabilidad energética", declaró Francisco Lloreda, presidente ejecutivo de la Asociación Colombiana de Petróleo (ACP) en un debate sobre «La industria petrolera como asunto periodístico».

En definitiva, el tema cobra valor cuando los ambientalistas hablan de fracking o los gobernantes de la costa Caribe se disputan las iniciativas del offshore; debate estéril cuando hablamos que más del 50% de los ingresos a las arcas de la nación vienen de la industria, muy por encima del café.

En definición, el Estado colombiano es un actor regulatorio de las operaciones de la industria, es decir, no es el inversor en temas de exploración, explotación, distribución y refinado, esa tarea se la deja al privado a cambio de concesiones que le generan impuestos y regalías, así como una cuantía del recurso para su uso interno, -bastante distinto a los países que mencionaba al inicio-.

En el último año, se han invertido más de 250 millones de dólares en la exploración de cuencas gasíferas, con 13 nuevos descubrimientos. En reservas probadas, Colombia tendría 11 años de energía en una producción sostenida, es decir, manteniendo su consumo interno. Bastante imposible cuando se cuantifica un declive del 16 al 18% en La Guajira, por ejemplo.



Esta inversión demuestra que hay más confianza de las trasnacionales petroleras en el país, sobre todo si ya no hay guerra, pero aún existen ciertos desafíos que podrían catalogarse como la génesis de la industria, a pesar de que en el territorio se explota petróleo desde hace un siglo y se cuentan con yacimientos productivos de más de 40 años.

Fernando Mayorga García, en su libro «La industria petrolera en Colombia» afirma que dichos desafíos se concentran en «el arduo trabajo para encontrar petróleo y otras muchas de carácter jurídico, político, económico e incluso de orden público».

Ciertamente, la inversión en exploración es un juego de azar, pues el subsuelo colombiano no es tan gentil y existen condiciones geológicas que aumentan los costos. En el mismo orden, se debe tener en consideración la infraestructura necesaria, la tecnología y el aporte a la formación de profesionales facultados para empoderarse de los procesos.

Posiblemente, lo menos atractivo del sector sean las regulaciones y el marco jurídico, y con ello hablamos de los impuestos, los pagos de arriendo del área a explorar o explotar, la cuantía que debe dejárselo a la nación, las consultas previas con las comunidades, las indemnizaciones ambientales y el debate político.

Sin embargo, se vislumbran dos nuevos aspectos que trastocan la sostenibilidad de la industria en ese llamado del ejercicio de soberanía y sustentabilidad energética: el abastecimiento del mercado interno y la geopolítica como garante de oportunidades de mercado.

Y el cuestionamiento viene por estas dos premisas: ¿no debería el Estado tener mayor participación en la industria para garantizar el abastecimiento de su ciudadanía, más allá de las opciones de energía renovable que existan?, ¿piensa Colombia vender sus reservas, convertirse en una nación rentista petrolera, aprovechando la incompetencia de otros, sin sembrar lo que está explotando?

En definitiva, sea cual sea el rumbo que tome la industria, el reloj está en una cuenta regresiva. Al país le cuesta tres veces más comprar energía, ello implica aumento en los servicios públicos, la canasta alimentaria, costos de distribución y transporte, impuestos y desmejoramiento de la calidad de vida; todo sea porque Colombia no se apague.



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