Recordando a Alberto Abello Vives


Alberto Abello Vives tuvo que ver, como protagonista de primer orden o como coautor, en la arquitectura de la institucionalidad cultural de la Región Caribe.

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La muerte remodela el mundo y nos recuerda la constante transformación de la vida. No han pasado muchos dĆ­as desde que un grupo de amigos compartiĆ©ramos una animada tarde en el apartamento de Alberto Abello, en donde disfrutamos de sus palabras, sus viandas y su presencia, cuando de manera sĆŗbita nos  […]




Por Weildler Guerra Curvelo*.

La muerte remodela el mundo y nos recuerda la constante transformación de la vida. No han pasado muchos días desde que un grupo de amigos compartiéramos una animada tarde en el apartamento de Alberto Abello, en donde disfrutamos de sus palabras, sus viandas y su presencia, cuando de manera súbita nos golpea la inimaginable noticia de su muerte.

La sensación del ser, dice Giorgo Agamben, estĆ” siempre re-partida y com-partida y la amistad nombra este compartir”, por ello, “el amigo no es un otro sino un yo, una alteridad inmanente en la mismidad”.

Alberto Abello tuvo que ver, como protagonista de primer orden o como coautor, en la arquitectura de la institucionalidad cultural de la Región Caribe: el Observatorio del Caribe Colombiano, la Revista Aguaita, la CÔtedra del Caribe, la FPNI, la Maestría en Desarrollo y Cultura de la UTB, el Laboratorio de Cultura y Desarrollo de esa misma universidad y tantas otras aportaciones que no vienen a mi mente porque todo inventario de las cosas que se añaden al universo serÔ siempre incompleto.

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Conocer a Alberto hace tantos aƱos fue para quiĆ©n esto escribe una especie de epifanĆ­a del conocimiento. Quienes le admiramos vimos en las empresas que Alberto concebĆ­a y hacĆ­a realidad la armónica concurrencia entre la estĆ©tica y el rigor conceptual. Aunque, exquisito y afectuoso en el trato, nunca hizo concesiones a la mediocridad. 

Se podía percibir esa propósito tanto en el afortunado contenido de los libros que editaba como en la delicada forma material de estos, lo que los convertía en preciosos artefactos estéticos. Su capacidad de movilizar a la región en torno a grandes iniciativas culturales se concretó en proyectos como Caribe Espléndido, esa inmensa muestra de las artes, la música y las letras de la Región Caribe en el Museo Nacional, y fue uno de los grandes impulsadores de la inolvidablemente exitosa Expedición Padilla.

Su talante visionario y ese don innato para establecer puentes entre comunidades del pensamiento, le permitió generar circuitos culturales entre regiones. Bajo la sombra protectora de su aprecio varios investigadores colombianos circularon por ciudades como Girona, Barcelona o Santo Domingo. 

Una gestión formidable fue el lograr que parte del tesoro bibliogrÔfico de García MÔrquez se quedara en Colombia y que hoy pueda ser accesible a millones de ciudadanos. Su mÔs reciente esfuerzo investigativo se dirigió al estudio de los carnavales, entendidos así, en plural, para hacer énfasis en sus variadas trayectorias históricas y en la diversidad de estos eventos festivos mÔs allÔ del estereotipo simplificador.

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El ineludible dolor nos lleva hoy a recuperar los versos de Walcott: “Oh tierra, el nĆŗmero de amigos que tĆŗ guardas excede en mucho al de aquellos que quedan por amar”. A Alberto, sin embargo, le hubiese gustado que lo evocĆ”ramos con alegrĆ­a, pues su vida y su legado justifican plenamente su paso por el universo. 

Borges nos recuerda tambiĆ©n que: “La muerte (o su alusión) hace preciosos y patĆ©ticos a los hombres. Cada acto que ejecutan puede ser el Ćŗltimo; no hay rostro que no estĆ© por desdibujarse como el rostro de un sueƱo”.




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