¡Los sentimientos que la Covid-19 se llevó, y los sufrimientos que dejó!


Protocolo del Instituto Nacional de Salud (INS) para la Covid-19 


Cuatro casos podemos enumerar. Más que casos, son cuatro familias con un factor común, multiplicados por su dolor, y divididos por el concepto del Instituto Nacional de Salud (INS), que emitió el Protocolo, el cual indica "que todo paciente que muera por síntomas respiratorios, se debe considerar como sospechoso de Covid-19, hasta que se reciban los resultados que confirme o niegue el diagnóstico" .

Los guajiros, tanto Wayuu como 'Alijunas' valoramos, respetamos y nos aferramos a la vida, pero, también respetamos en grado sumo, todo lo relacionado con la muerte.

Es que, tanto en nuestra concepción material como en nuestro mundo espiritual, la vida y la muerte están tan ligadas a nuestros valores sociales, tradiciones y cultura, que es difícil hablar de una, sin mencionar a la otra.

¿Quién ignora en La Guajira que, así como el nacimiento de un nuevo miembro de la familia, convoca a parientes cercanos y lejanos, amistades y allegados, la muerte de una persona conocida, -aún sin recibir aviso o notificación-, es motivo de unión, confraternidad, solidaridad y apoyo espiritual?

Suceden casos, donde los miembros de una familia y grupos de amistades se mantienen distantes por un lapso indeterminado, debido a sus afanes, diarias ocupaciones y múltiples preocupaciones, pero basta que suceda un caso de enfermedad o muerte, para que inmediatamente se pongan en contacto, y emprendan con diligencia la visita para acompañar a los dolientes.


En La Guajira, los enfermos nunca se dejan sólos. Los familiares se turnan para su cuidado y atención. Los amigos y conocidos se acercan en romería, se interesan por su estado de salud, y pernoctan esperando su evolución.

Estos son los sentimientos que la Covid-19 se llevó: ahora los enfermos están sólos, la familia preocupada y encerrada sufre ante la incertidumbre por no saber qué siente su pariente. No se puede hacer presencia, no se puede calmar con amor el dolor, no se puede avisar a la enfermera que el suero se acabó, que la hora de la medicina ya llegó.

Estos son los sufrimientos que la Covid-19 dejó: la espera que desespera sin saber si el enfermo que tanto se ama, se va o se queda. Duele el sólo hecho de pensar que ese familiar se vaya sin despedirse, sin mirarlo, sin poder acariciarlo por última vez, y después como si fuera poco, ¡viene el protocolo!

Ese Protocolo que lleva a realizar las cosas de una manera diferente e indolente, todo al revés de lo que siempre lo hacemos en nuestra tierra y acompañado por nuestra gente. Estos son los sufrimientos que la Covid-19 deja en los que pierden a un miembro de su familia, en los que pierden a un amado pariente.

No en vano en Riohacha, otras localidades y en muchos pueblos de La Guajira, aún persiste la tradición de los velorios en la casa, y las posteriores 'Nueve Noches' con los candiles, la imagen de la Virgen, rezos, tintos, calentillos y la ingesta de alimentos.



El acompañamiento a la iglesia para las exequias, el posterior acompañamiento al cementerio para la inhumación del ser querido que partió, y de nuevo el regreso a la casa para no dejar solos en 'la prima noche' a los familiares, forman parte de las costumbres todavía en uso, en nuestro territorio ancestral.

La familia y los amigos rodean a los dolientes, los acompañan en los rezos y hasta altas horas de la noche, se quedan recordando al difunto y lamentando su partida, hasta el día que 'se levanta el candil', y con este acto, se dan por terminadas las 'Nueve Noches'.

De allí que sea del arraigo popular acompañar a los dolientes, dar el pésame y demostrar los sentimientos de solidaridad, son cosas tan importantes, como afirmar que "Hoy por tí, y mañana por mi". Dicho de una forma más coloquial, "Todo esto es, y siempre serán, cosas devueltas".

Estos son los sentimientos que la Covid-19 se llevó, y los sufrimientos que dejó. La unión, la solidaridad, la confraternidad, el calor humano, los pésames, las condolencias, ese sentido del guajiro, que guarda en su esencia, cumplir con el deber de acompañar en los momentos de tristeza y dolor, a quienes atraviesan por una difícil situación, ante la pérdida de un ser querido, teniendo en cuenta que son circunstancias de la vida, a las cuales nadie es, ni será, ajeno.

Estos son los sentimientos que la Covid-19 enterró, porque ya bajo esta pandemia, todo es diferente, porque existen protocolos que hasta se 'roban la dignidad de la gente'.

Pero, aún más triste es saber que una persona muy cercana a tí y a tus afectos enfermó, y confiadamente lo llevas a una clínica u hospital para que le presten la atención que su caso requiere.


Sabes cuáles son realmente sus padecimientos, tienes un diagnóstico médico, pero de repente deciden ingresarlo como un paciente con una enfermedad diferente. Primero eres condescendiente. Hablas con tranquilidad sobre la situación de tu pariente. Luego, al no recibir la respuesta adecuada, te quejas, peleas, gritas, te ofuscas y a veces, hasta ofendes.

Pero, todo es en vano. El Sistema de Salud imperante indica que toda persona que ingrese con síntomas de afecciones respiratorias a una entidad prestadora de salud, llámese clínica u hospital, debe ser referenciada y diagnosticada como paciente con Covid-19.

¡Lo peor está por venir! La persona no está infectada por el virus, eso lo sabes a ciencia cierta, pero allí corre el riesgo potencial de contagiarse. ¿Qué podemos hacer ante un sistema de salud, que no tienen en cuenta al ser humano, que no mira al paciente, que trata es al cliente?

Tu verdad es sólo eso. ¡Tu verdad! El diagnóstico impreso en la epicrisis no importa. No son todos, pero existen algunos profesionales de la salud, que no valoran tu dolor, ni valoran el dolor de su paciente. Esa persona es sólo un número de cédula, es un cliente, por el cual reciben dinero de la EPS.

¡Cuatro casos!...Cuatro familias guajiras doloridas, porque sus pacientes no recibieron el tratamiento correcto. Cuando hablamos del 'tratamiento', no nos referimos al contexto médico. Nos referimos al diagnóstico incorrecto, porque todo aquel que llegue a una institución prestadora de salud con cualquier cuadro clínico, es diagnosticado como positivo para la Covid-19.


¡Vaya situación que se vive por la Covid-19! Pandemia que obliga a aplicar un Protocolo que te deja solo, te roba la vida y anula la dignidad del ser humano, hasta después de la muerte. Protocolo que de solo pensarlo, evoca soledad y el desarraigo de tu gente.

Protocolo que te deja sin el apoyo de tu familia, psicológicamente desamparado y expuesto. Protocolo mediante el cual quedas en las manos de profesionales de la salud, -de los cuales gracias a Dios existen muchos-, que lo son, por verdadera vocación, que lo son por convicción, y no por lo que paga la EPS de su paciente.

Protocolo es Protocolo. Eso lo entendemos, pero lo que no podemos comprender es que pretendan 'meternos gato por liebre', pensando que, porque somos gente del pueblo, somos ignorantes, y no analizamos las situaciones que se nos presenten.

Cáncer, Preeclampsia, Cirrosis Hepática, Infección renal, son los diagnósticos que aparecen en las historias clínicas de Luz Delys Pérez Zúñiga, de 30 años; Paulina González, de 31 años; Nellelsis Ibeth Diossa Muñoz, de 39 años, y Mauricia Apshana.

Lo peor de todo esto es que, sin la respectiva prueba con resultados positivos para contagio y deceso por la Covid-19, se hubiese procedido a la cremación de los cuerpos de estas personas, irrespetando los usos y costumbres de una etnia indígena que sufre la desidia y abandono del Gobierno Nacional, la corrupción de los Gobiernos Locales, y como si fuera poco, ahora se le vulneran sus tradiciones, cultura, usos y costumbres.

En este documento encontramos la respuesta a la inquietud relacionada con los casos de afecciones respiratorias que serán clasificadas como Covid-19, hasta que se conozcan los resultados de las pruebas por parte del Instituto Nacional de salud (INS)





¿Por qué los Wayuu exhuman los cuerpos de sus familiares y no los creman?

Esta es la explicación:(Tomado de eltiempo.com Escrito Por: EFRAIN OVALLE 29 de junio 1995 , 12:00 a.m.

Cuando muere un Wayuu lo visten con su mejor traje. Lo adornan de joyas y objetos queridos, lo envuelven en una sábana y lo colocan en una hamaca.

Cuando empieza el velorio las mujeres, con el rostro cubierto con su manto, se alternan para llorar al muerto con un quejido prolongado y triste que repiten rítmicamente.

Mientras tanto, los familiares del muerto matan varias reses y reparten la carne junto con abundante licor entre los asistentes. El resto de ganado se reparte terminado el entierro. Pasados unos años desentierran los restos, hay un nuevo velorio, los colocan en una vasija y los llevan al cementerio del clan.


Jepira espera el regreso de las almas de los Wayuu 

Al morir los wayúu van a Jepira, la Tierra de los Muertos, que es el mismo Cabo de la Vela. Allí los difuntos se transforman en Joluya o espíritu de los muertos. Estos ocasionalmente hacen cortas visitas a los vivos. Se les suele encontrar al amanecer o al atardecer, mudos, como borrachos.

Sin embargo, el modo más directo que tienen los Joluya para comunicarse es a través de los sueños.

En Jepira, los Joluya vuelven a morir y se transforman en Juya, lluvia, o en Wan, espíritus transportadores de enfermedades y muerte. Por eso cuando va a llover se sueña con los muertos y las lluvias siempre vienen de Jepira.

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