¡El día en que partió mi madre!... El recuerdo imperecedero de ese 4 de febrero

 

Madre… presente en mis cortos días y en mis largas noches




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Luis Eduardo Acosta Medina

Por Luis Eduardo Acosta Medina


“Mi papa se murió, y tu hiciste sus veces, nos uniste a todos y llevaste la rienda, pero ahora que te vas el alma se entristece, solo nos fortalecen tus acciones tan buenas”


No es casualidad que haya venido en este momento a mi mente, la letra de la canción titulada 'Querida mamá', de la autoría de Camilo Namén Rapalino, con el canto de 'Poncho' y el acordeón de Luchito Daza.


Se trata de un acontecimiento estremecedor para mi alma, que lastima la herida de mi dolor, y permanece incólume en mi mente.


Un gallo cercano con su canto retador, me hace caer en la cuenta que acaba de amanecer, y viene a mi mente la 'Vieja mía', a quien vi en un sueño tres días atrás, en su mecedora, donde decía que mecía sus penas y sus alegrías.


Entonces caigo en la cuenta que se cumple en el día de mañana 4 de febrero, otro año desde el día que ella compartió con Jesús, el camino inescrutable y misterioso de la muerte, con la esperanza de compartir también en su compañía, el camino glorioso de la resurrección. 


Mi vieja se fue un día gris que anunciaba la mala nueva que el Altísimo me había insinuado en un sueño dos días antes, cuando vi un sepelio, lo cual me preocupo, sin pensar jamás que seria sepultado un pedazo de mi corazón.


La noticia de su partida, la recibí cuando me disponía a firmar el libro tomando posesión de un cargo público. Nunca estuvo más fuerte mi pulso, ni he vuelto a ver mi firma tan bonita. Ella seguramente tomó el control de mi mano y de mi vida en aquel momento y se que, nunca ha estado lejos de 'El Nene' de la casa.


Durante la noche de su velación, a pesar de estar en la plenitud de un inclemente verano, el cielo de su pueblo lloró. Una pertinaz llovizna cayó sobre todos, hasta el amanecer. Dios sabía que se había llevado un ser humano excepcional, a una mujer que lo entregó todo de si en la defensa de su terruño.


Una mujer que dio de comer a mucha gente, sin esperar nada a cambio, que intervenía en todos los problemas para tender puentes, una autodidacta experta en solución alternativas de conflictos, para evitar guerras familiares, cuya palabra era escuchada, entendida, respetada y acatada. Tenia el cielo motivos suficientes para llorar con nosotros, a la madre faro y guía.


De ella no heredamos bienes materiales. Sólo el amor de nuestra familia y para nuestra familia, sus buenas amistades, sus consideraciones, ejemplos, conocimiento, humildad y buenas costumbres.


Eso vale más que todo el dinero del mundo. Con las manos vacías nació en Monguí, y con ellas vacías y laceradas por el trabajo honrado... ¡Se fue! 


Se fue, sin razones para el arrepentimiento, sin que le importara la ingratitud, pero si orgullosa de su obra y con Dios en el corazón.


¡Qué inteligente fue mi padre al escoger la madre para nosotros! No lo pudo hacer mejor. Virtuosa en el trabajo. No fue a la escuela jamás. Aprendió a leer y a escribir, gracias a la generosidad de Elisa Manuela Griego, hija de Odilona, la enamorada de Juanito Iguarán.


No tuvo tiempo de estudiar, porque trabajó desde los quince años en las actividades del campo, con mi abuelo, y desde la casa, haciendo tabacos con mi abuela para la venta, circunstancias que no nos causan pena, sino que acrecientan nuestro orgullo, por haber nacido de sus entrañas y recibido de sus ojos, la luz de su inteligencia natural.


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Fue 'Ita', mi madre una visionaria que se preocupaba por todo y por todos. Que entendió muy pronto igual que papá, que nuestro futuro no estaba en adquirir de dinero, ni en un corral de ganado, sino en las universidades, sobre todo en las públicas. Por eso casi todos cursamos bachillerato y también la carrera profesional en Universidades del Estado.


Fue pionera en los negocios en el pueblo. Fue ella, quien llevó la primera nevera de petróleo, fue la primera vendedora de gasolina en esa región, y en Monguí tuvo el primer picó, el cual vendió cuando su corazón se enluto para siempre, cuando asesinaron a Calin su hermano, antes que yo naciera.


Por eso sus ojos se cerraron para siempre sin que me complaciera colocándose un vestido de colores distintos del negro y el blanco. Su duelo no solo estaba en su vestido. Un policía violador de los derechos humanos, desde aquella vez, le enluto el corazón.


Madre ya que se que permaneces conmigo y mis hermanos, que guías nuestros pasos y nos amparas de tantas cosas malas en este mundo, donde la gente buena teje de día, y los malos destejen por las noches.


Dile a Dios que lo reconocemos como tu nos enseñaste: como Padre prospero de perdón, de infinito amor, que dirige con sabiduría y misericordia a cada uno de sus hijos, que somos los tuyos...


Dile que somos su creación y sabemos que nos coloca en el sitio preciso de su obra. Que nos dignifique con la efusión de su Santo Espíritu, para que las bienaventuranzas, -y no el dolor-, sigan llenando nuestro corazón.


Madre, allá en el lugar donde te encuentras... ¿Quién te da el sobo con alcoholado que yo te daba por las noches y quién te corta las uñas con el esmero que yo lo hacía?


Se que te hago falta, pero no tanto como tu a mí. ¡¡Cuídame!!

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