'La Niña Emilia: la más natural de las exponentes del bullerengue

Esa madre de cinco hijos, logró ser la más natural de las exponentes del bullerengue, ritmo de unas profundas construcciones negras, al cantarle a los acontecimientos vividos y de su entorno, que la convirtió en una fiel relatora de su realidad social.



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Por Félix Carrillo Hinojosa


La muerte en los pueblos del Caribe colombiano tiene toda una construcción popular, cuyo rito funerario está fundamentado en el llanto, vestirse de luto y cantar canciones acordes con el momento del dolor. 


Todas esas creencias espirituales, pese a los tiempos que se viven, continúan como una herencia milenaria que se niega a extinguirse.


Su función de plañíderas empezó a ganar fama, cuando a dúo con Irene Martínez, eran solicitadas en los velorios de Mahates, Málaga, Evitar y Gamero. En uno de esos velorios, cercanos a su pueblo natal, fue descubierta por Wadi Bedrán, quien al oírlas cantar, las invitó a cambiar ese repertorio por canciones alegres. Esa propuesta las animó y conformaron el grupo 'Los Soneros de Gamero', con el que hicieron su primera grabación en Codiscos.


Al regresar y con el éxito que asomaba, decidieron separarse y formar sus grupos aparte. 'La niña Emilia' se fue con Felito Records e Irene se quedó con su agrupación en la disquera, donde hizo su primera grabación.


Con su figura menuda, dicharachera y un canto picante, inició su camino triunfante, con más de cincuenta años vividos con mucha dificultad, al ser madre y cabeza de familia de cinco hijos, donde el esposo decidió marcharse a otro lugar, en busca de una mejor vida y nunca regresó.
 

Desde niña se dio a conocer como una entusiasta cantadora de bullerengue, actividad que no gozaba de aceptación por parte de sus padres, en especial de Juana García, quien como abuela, terminó siendo el sostén en todas sus limitaciones económicas.


En 1984 realizó su primera grabación como solista, cuyos diez canciones incluidas en el producto 'Gozando con la Niña Emilia', en el que dejó su selló como cantautora a través de Cundé Cundé, Periquito con arroz, Coroncoro, y El Pájaro Picón. 


Participó un año después en unos variados con el acordeón de Alfredo Gutiérrez, la orquesta de Pacho Galán y sus Cumbiamberos de Gamero, los éxitos San Gregorio y La Sobadera', en 'Lo Mejor del Año' Volumen 11, se introdujo los super temas reconocidos como Coroncoro"y Currucuchú.



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En 1988, consolidada en distintos escenarios, la llevaron a ser figura central en el Carnavales de Barranquilla, donde alternó con los artistas nacionales e internacionales más exitosos, grabó un nuevo producto musical, donde Dos Mangos, ¿Qué quiere el Negro?, Regresó Coroncoro, Catapun Catapun, Cambambi, reeditaron su buen momento musical.


Nuevas producciones dejaron su sello único como cantadora de una música, que estaba refundida y sin valor en los pueblos más humildes del territorio bolivarense. Esos lugares olvidados, renacieron con la aparición de unas mujeres que como ella, fueron engendradas al son de bullerengues, que no les dejó otra opción que, cantarlo toda la vida y morir haciéndolo.
 

Esa templanza le dio la oportunidad a una mujer, cuyas raíces populares, constitución menuda que siempre fue en contraposición a su enjundia, donde día día, elaborara y vendiera sus dulces de azúcar con figuras de animales, especialmente usaba las aves, mientras su voz se nutría de ese verbo imparable que tenía con el que sabía defenderse.


Esa negación de una mejor condición social, las volvía poesía con sus dichos, cantos que hacía y que no le daba valor porque no la tenía, según el decir de todos, cuando al oírla cantar le decían, "Te vas a morir de hambre. Esas canciones... ¿ quién te las va a grabar?", pero su obstinación seguía adelante y en hacer más de una ocasión lloro, mientras tejía un verso con su melodía, un tambor gigante del más allá, le acompañaba y se reía sola como una seria invitación a pelear la vida.


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'La Niña Emilia'

Esa cantadora insigne del inmenso Canal del Dique, tuvo el valor de convertirse en una figura emblemática de los ritmos ancestrales de la ribera del Magdalena, cuyos clásicos se quedaron en el alma de los pobladores del Caribe y de quienes investigan las diversas manifestaciones culturales del mundo anfibio y otras expresiones, del que se desprende todo un imaginario especial.


Creadora de todo un performance atípico a lo comúnmente desarrollado por las mujeres, que por tradición han defendido esa música. Muchos la vimos apoderada del escenario, a donde llegaba con sus gafas oscuras, peluca y vestida de cumbiambera y sus largas uñas pintadas de color amarillo, que la hizo ser única en su estilo de cantar y ser artista.


Esa madre de cinco hijos, logró ser la más natural de las exponentes del bullerengue, ritmo de unas profundas construcciones negras, al cantarle a los acontecimientos vividos y de su entorno, que la convirtió en una fiel relatora de su realidad social.


Su voz alegre, recogía la nostalgia, dolores y sueños de su gente, por eso logró, penetrar en la sensibilidad del ser humano, que la acogió en cada uno de sus estratos.


Esa deuda, que siempre se tendrá con nuestros creadores y músicos, en especial con esas mujeres que como ella, rompen muchas murallas con sus talentos, que carecen de todo, pero cuyo don natural las hace sobreponerse a lo inimaginable, dejan un bien inmaterial, como lo son sus canciones e interpretación.


Mal pagas y poco defendidas por las agremiaciones como debe ser, son unas especies de heroínas, que llegan al final de sus vidas, a exponer lo que durante más de toda su existencia quisieron hacer: cantar.


Ella es un vivo ejemplo, de todos esos vejámenes que viven muchas mujeres, abandonadas por su familia y parejas.


En procura de evitar, que la frágil memoria pierda su fortaleza y su paso por la tierra se vuelva un mero recuerdo, la programadora pública Telecaribe, acoge la propuesta de un grupo de libretistas, director y actores, para presentar con respeto y sin caricatura que tergiverse esa esencia de la cantautora, su peculiar forma de ser, componer y cantar.


Presentar en la miniserie 'Déjala Morir', lo que en sí fue su vida, es un tributo respetuoso y bien logrado por ese equipo que decidió, darle un inmenso y sonoro "Gracias", como si se repitiera de una copia de su voz, tomada de esos escenarios, donde ella insistía, "¿Cuál quieren que les cante?... ¿Coroncoro?. Así la haya cantado diez veces, ahí les va", y sin que se den cuenta, deambula para bien, su imagen danzando al son de sus peculiares creaciones y movimientos artísticos, dentro y fuera de esos carnavales que le permitieron inmortalizarse. 


Fercahino (Juana Emilia Herrera García, La Niña Emilia, 'La Apolo', nació en Evitar, corregimiento de Mahates, Bolívar, en 1932 y falleció en Barranquilla, Atlántico, el 15 de septiembre de 1993)

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