Tristes Añoranzas y Sueños de Esperanzas

 

'Enero: cabañuelas y recordaciones'



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Por Luis Eduardo Acosta Medina


Amanece, y veo en el cielo/ 

una luz allá en lo alto/ 

Me doy cuenta/ 

que hoy estamos a primero/ 

que acaba de empezar un nuevo año/ 

Buena suerte/ 

No me quejo/

de haber cumplido ya cuarenta y tantos/

y aunque no me siento nada viejo/ 

se me notan las arrugas de los años/ 

Me dejo llevar de mi voluntad/ 

que me ayuda siempre/ 

y me lleva a todas partes/ 

Para que sufrir/ 

para que llorar/ 

si me queda un mundo todavía por delante/

Año nuevo/

nuevo año/ 

la vida no se detiene/ 

el sol sigue alumbrando/”.


Es ya primero de enero, lo que paso ayer ya es parte del año pasado. La música se escucha por todas partes. Se escuchan gritos aun de gente alborozada, que saluda y da el 'Feliz año' en el vecindario, mientras yo en mi hamaca en la terraza, repaso mentalmente mis mejores recuerdos de estas fechas especiales. 


Recuerdo a mis familiares que esta vez no estuvieron conmigo. La sensación de abandono es ineludible. Intento plasmar en mi columna lo que siento, pero es imposible, y para  iniciar nuestra primera crónica del año, al fin una melodía con su sentida letra, abre mi mente.


Me reincorporo y paso entonces a escribir. Esa canción es 'Amanece un nuevo año', la optimista obra  de la autoría de Polo Montañez que incluyó en su trabajo musical titulado 'Guajiro Natural', prensado por la disquera francesa Lusafrica, en el año 2000, sin imaginar entonces el epónimo hijo de Cuba que, el final de su existencia estaba a menos de dos años de distancia, pues falleció en accidente de tránsito el 26 de noviembre de 2002, cuando ya con su inteligencia natural y sus bellísimas canciones, entre ellas 'Un montón de Estrellas' y 'Guitarra mía', se había convertido en una estrella del canto en el mundo, con la transparencia del campesino cortador de caña, sin perder ni la cabeza ni la humildad, y cuando perdió la vida comenzó su inmortalidad. A esa canción corresponde el aparte preliminarmente transcrito.


Se nos vino enero encima con su cruel verano, como dice Emiro Zuleta en su canción 'Diciembre alegre' aquí esta con su frio mañanero y la cruda realidad. Mi cuerpecito asi lo siente. Ha concluido una navidad, marcada por la melancolía y la indisciplina social. 


La gente enloquecida parece emular al chivo. Lo coge el tigre es precisamente porque regresa a ver que fue lo que lo asusto. Mientras la economía del mundo la sigue moviendo el negocio necrológico de los servicios funerarios, termina una temporada de luces y sombras.


Muchos bailaron, otros lloramos nuestros muertos. El virus maldito tuvo el esmero de escoger lo mejor que se tenia en cada familia, para llevarlos antes de lo previsto a la diestra de Dios Padre.


Nos  consuela recordar a mi vieja cuando decía que “El que se va, va mejor que el que se queda” y el testimonio de quienes estuvieron allá y tuvieron la dicha de volver, dan cuenta de esa circunstancia.


He escuchado ya tres testimonios coincidentes de personas que en su momento más crítico en las Unidades de Cuidados Intensivos, alcanzaron a irse, que lo que encontraron era de indescriptible belleza y antes de emprender el viaje de regreso, entre nosotros vieron familiares y amigos que ya han partido. Eso nos permite avanzar en el propósito de desentrañar el misterio de la muerte.


Tengo la íntima convicción que el 31 de diciembre reciente pasado el Almanaque Pintoresco de Bristol, puso punto final a la desesperanza colectiva, que estremeció a la humanidad durante la anualidad que muy pronto será pretérita, y justo es reconocer que mi Diosito ha sido particularmente generoso, al permitirnos estrenar día, mes y año, viendo las primeras luces del amanecer, respirando vida, con salud y con la seguridad de que lo que viene en camino es mejor.


Recibimos de Él, toda la fortaleza para enfrentar todo tipo de dolor. Nos hizo entender que a pesar de las perdidas irreparables y muchas peripecias, la vida tenia que seguir. Entendemos que no nos pudo regalar la resignación, porque cuando se pierde a la gente que se quiere, eso es imposible, pero si nos dio en abundancia el bálsamo del consuelo, que es el punto de partida, para dar continuidad a los buenos ejemplos de quienes se fueron y no van a regresar, hasta cuando el que los trajo no haga posible, que asi como compartieron con su hijo el camino inescrutable de la morada final, compartan también con Èl por la efusión de su espíritu, el camino glorioso de la resurrección.


Las lecciones dolorosas que la vida nos ha dado, ponen de presente la necesidad de reflexionar, de entender que lo material es efímero, pasajero, precario e insignificante. Que con las manos vacías venimos y con ellas vacías nos vamos.


Bien lo dijo Calixto Ochoa en el año 1970. en el LP 'Rey de Reyes', en su canción titulada 'El Esqueleto', de la cual Diomedes e Iván  en 1998,  hicieron una gran versión en el CD 'Volver a Vivir', que dice así:


"De nada vale en el mundo/

es ser de tanto orgullo/ 

de qué nos sirve en la vida/

ser tan creídos/ 

si todo aquello/ 

se vuelve nada/

saben que todos nacimos

pa' ser difuntos/

y al fin y al cabo/

tarde o temprano/ 

toda esa grandeza/ 

siempre se acaba/”


Les deseamos a nuestros lectores un nuevo año pletórico de realizaciones y bienaventuranzas. Es un año particularmente trascendental en lo espiritual y en lo institucional, durante el cual habrán de suceder muchos acontecimientos que determinarán el rumbo de nuestra existencia.


Lógico es que nadie debe esperar lo que no se merece, y claro debe estar que se podrá engañar a todo mundo durante un tiempo, a algunos durante todo el tiempo, pero a Dios, en ningún tiempo.


Para terminar, recordamos la canción 'Cabañuelas', de Roberto Calderón, incluida por Los Hermanos Zuleta en el LP 'Por Ella', que vio la luz el 27 de febrero de 1982, cuando dice así:


“Ya llega enero/ 

y empezando el año/ 

rostros alegres/ 

esperanza sueñan/”


Título Original: ''Enero: cabañuelas y recordaciones'

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