Añoranzas de mi Madre y su Amor Sublime


'Mi madre y su Pueblo: Las Huellas de un Amor Sublime'




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Luis Eduardo Acosta Medina



“Porque una madre que se muere no se olvida/ 

por el contrario/ 

entonces se quiere mas/

Y aunque uno crea/ 

que tiene todo en esta vida/ 

no tiene nada/ 

porque le falta su mama/ 

Uno quiere a sus hijos/ 

a todo el mundo/ 

pero algo faltará/”



Es 'Madre ausente',  el título de la canción. Fue sugerido por mi a su autor, Emilianito Zuleta Diaz. A esa sentida obra musical, corresponde el aparte que antecede



Cuando esta crónica escribo, un malestar general cubre este cuerpecito que habrán de comerse los gusanos en Monguí. Mis ojos están tan calientes como caldero de fondera, pero el deber me obliga a estar frente al cañón. 


¡Así me enseñaron! Los deberes no tienen la culpa que yo me haya achacado. Las gotas de lluvia que cayeron sobre mi mollera hacen dos noches, están haciendo todo lo posible por mandarme a mi hamaca, pero no me dejaré.


Coincide esta indisposición de mi salud con el día sublime cuando nació mi vieja en cuna humilde, pero en un hogar de buenas costumbres. Seguramente  si hubiera sido indiferente ante tantos dolores ajenos, todavía estuviera a mi lado, pero pudo más su permanente desvelo por el bienestar de su gente, porque así fue, por todos y para todos, sin que su mano derecha supiera a quien le daba con la izquierda. Solía decir que no esperaba nada de nadie, y nos decía que nunca pidiéramos nada a nadie, porque lo que se merece no se pide y no habíamos pasado hambre chiquitos.


Hoy que me he sentido inocultablemente afectado por el catarro y la maluquera que baja la nota, pienso que si mi vieja no se hubiera ido, seguramente ya me hubiera cocinado la toma de brusco correspondiente para mi restablecimiento pleno y pronto.



Si estuviera aquí, estaría permanentemente tocándome para saber si ha subido la fiebre. Vienen a mi mente, entonces las larguísimas noches con sus cortos días, cuando amanecía con la tía 'Negra' al lado de mi hamaca, pendiente de mi.


Amarraban una sábana húmeda con agua fría de su Nevera 'Servel', que funcionaba con Querosín, de punta a punta, previo baño con chirinche, un ron artesanal que la hatonuevera María le traía para la venta a Nelis mi tía. A esa bebida por su buena calidad en el pueblo le llamaban “Jopo e' tigre”.


Durante mis breves periodos de sueño, cada vez que abría mis ojos me tropezaban de frente  con los de mi vieja observándome, preocupada y seguramente orgullosa de mi, porque le había prometido que estudiaría para ser Rey.


No dormía ni un minuto, porque comentaba que estando muy niño, mi prima Miladis Mendoza y mi hermana Mariela, a escondidas me sacaron de la hamaca dormido, y así me metieron en una ponchera llena de agua.


Por eso me sobrevino un cuadro febril que subió demasiado y tuve una convulsión y el médico Constantino Baquero le advirtió que no permitiera que volviera a suceder, porque posiblemente volvería a convulsionar con el riesgo de no volver a despertar. ¡Ahora pienso de lo que se hubiera perdido este país, si yo no hubiera resucitado!


Cada vez que siento problemas de salud, la sensación es la misma: de soledad infinita, así este acompañado, siempre mi madre faltará. Es un amor distinto, profundo, de connotaciones indescriptibles y pienso que si pudiera acompañarme mejoraría muy pronto, pero no hay duda, desde el cielo guía y cuida cada uno de mis pasos, y también las manos de los médicos que me formulan, está guiada por la suya, porque sabe que debo estar en este mundo, para hacer cumplir siempre su santa voluntad. 


Se que mejoraré, porque tengo que continuar sus tareas inconclusas. Entre otras, la de dar de comer a mucha gente que no nada tiene, llevar consuelo a quienes lo necesitan y esperanza a quienes la han perdido y que su casa en el pueblo siga siendo el lugar a donde nadie que llegue y se valla con las manos vacías, sin importar la animadversión gratuita de quienes no saben cómo nos criaron y todo lo que mis viejos hicieron por nuestro terruño, pero ven en cada una de nuestras gestiones para ayudar, un chorro de limón en la herida de la envidia.



Era tan grande el amor de mi vieja por su vástago menor, que para que asistiera a clases en mi escuela, le mandaba un papelito a la profesora advirtiéndole que "no le pegara al Nene, porque el es muy nervioso”. Desde luego era una orden de obligatorio cumplimiento, porque la penca para mi, era una causal indiscutible de deserción escolar.


Cuanto añoro aquellos tiempos cuando el olor del café en las primas noches, anunciaba en mi casa que mi vieja tenia lista la bebida con su borra y el colador que le hacía Mercedes Quintero, preparados en su anafe de hierro y al carbón, con el inconfundible olor a petróleo y palo quemado, para llenar el termo por las mañanitas. 


Era un olor embriagador, agradable y evocador de la marca que le gustaba: 'Café puro Almendra Tropical' de papeletas, las cuales iba guardando vacías en un pote, hasta cuando pasaba el furgón de esa empresa cambiándolas por utensilios de cocina. 


¡Era divertido! Traían platos, peroles, tazas y termos que no se veían ni en televisión, porque no teníamos televisor.


Para mi vieja el café era muy importante. Decía que era su único vicio, pero también su permanente compañía en los momentos de angustia, que eran sucesivos por cierto. Si no lo tomaba temprano le daba dolor de cabeza y no usaba ni pocillos, ni tazas. 


Lo hacia en un pote de Coctel de Frutas 'Del monte' el cual quemaba. Lo dejaba total mente negro en el fogón, para que a nadie se le ocurriera tomar nada allí, para que no le pegaran el catarro, el único que lo podía usar era su vejé...¡Más nadie!


Todos estos recuerdos han venido a mi, en esta fecha especial. La verdad me siento triste. Siento cada día más su ausencia, alguien alguna vez me dijo “Déjala ir”. Le dije: "No es fácil cuando al ser querido lo llevamos en el alma." 



¿Cómo perder el deseo de abrazarla de nuevo?... ¿Cómo se deja ir tan fácil a nuestra madre cuando abruptamente termina nuestra sentida relación de mutuo pechiche y complacencias? 


Es imposible, Dios me ha dado razones para el consuelo, pero no para la resignación. Eso es imposible. No hay en el cielo quien le dé el sobo con Alcoholado Glacial, con el esmero que yo lo hacía, y nadie le cortara sus uñas como lo hacia yo. Me hace mucha falta, y seguramente yo a ella también.


¡Ese dolor es incurable!


Título Original: 'Mi madre y su Pueblo: Las Huellas de un Amor Sublime'

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