Beneficios De La Inteligencia Artificial -IA- Para Los Pofesionales De La Psicología

 10 habilidades para psicólogos en la era de la IA

 
Natalia Menéndez, Pol Bertran




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Las 10 habilidades que los psicólogos deben potenciar en la era de la IA


La Inteligencia Artificial (IA) ha llegado para quedarse. En los últimos años se ha disparado su relevancia, formando parte de nuestra rutina diaria en un grado cada vez mayor.


Pero, ¿qué entendemos exactamente por IA? Pues bien, se trata de un concepto amplio y complejo de acotar. No obstante, podría definirse como el campo de la informática orientado a crear sistemas capaces de ejecutar tareas que en condiciones normales requieren inteligencia humana para ser llevadas a cabo, al implicar capacidades como el razonamiento, el aprendizaje o la percepción.


Lo revolucionario de la IA es que esta logra emplear reglas simbólicas, aprender modelos numéricos e incluso analizar el entorno para valorar cómo sus acciones repercuten en él, todo dirigido a tomar decisiones que permiten conquistar un objetivo particular. Aunque todos los aspectos técnicos te puedan resultar completamente desconocidos, es probable que a lo largo de tu jornada estés en contacto con la IA varias veces al día. Por ejemplo, cuando interactúas con Siri o Alexa o cuando tu plataforma de streaming recomienda contenido relevante para ti.


La presencia de la IA en la actualidad es tal que ha influido en sectores aparentemente alejados del sector tecnológico, como es el caso de la psicología. La pregunta que muchos se hacen es si la IA puede llegar a reemplazar a los psicólogos de carne y hueso, pero lo cierto es que para llegar a este punto aún hay importantes limitaciones de por medio.


A pesar de la enorme capacidad de la IA para el manejo de los datos, aún no es posible que desarrolle cualidades complejas como la empatía. Habilidades emocionales como esta son esenciales para vincularse con las personas, un ingrediente sin el cual la terapia psicológica no sería posible.


Es por ello que, de momento, la IA no es una amenaza sino una herramienta útil de la que los psicólogos se pueden beneficiar si saben utilizarla. Para lograr esta relación positiva con la IA, los psicólogos deben desarrollar algunas habilidades que les permitan amoldarse a esta nueva realidad:


Alfabetización digital y tecnológica: 

Los profesionales de la salud mental deben poseer un nivel adecuado de competencia en este ámbito. Sin este conocimiento no es posible exprimir el potencial de la IA y los métodos de trabajo quedan obsoletos.


Inteligencia emocional: 

Por supuesto, hablando de un psicólogo se espera que este posea habilidades en el terreno de las emociones. Como comentamos más arriba, la IA aún no domina el lenguaje emocional, por lo que el psicólogo debe seguir trabajando en este aspecto tan humano de su trabajo.



Pensamiento crítico: 

La IA puede facilitar la toma de decisiones, pero no anula el criterio personal. El psicólogo debe ser capaz de evaluar la información, ser analítico y tomar así las decisiones más adecuadas en relación a sus pacientes.


Habilidades de comunicación: 

Aunque la IA nos facilite la conexión con los demás, sigue siendo esencial cuidar la forma de comunicarnos. Un psicólogo debe ser hábil a la hora de transmitir la información de manera clara y concisa.


Promoción de la diversidad: 

La IA no es perfecta y puede perpetuar determinados sesgos. Es responsabilidad de los psicólogos seguir apostando por la inclusión de todas las personas.


Capacidades superiores: 

Cualidades como la creatividad, la empatía o la ética siguen siendo cosa de humanos. Los psicólogos deben mantener esa capacidad de construir ideas, utilizar sus recursos con imaginación y, sobre todo, actuar acorde al código deontológico.


Apertura: 

Es difícil que un psicólogo pueda amoldarse a la era de la IA si no posee apertura mental. Aceptar el cambio en lugar de negarse a él es fundamental para seguir ejerciendo la psicología de la forma más adecuada.

 
La IA como recurso y no como amenaza 

La psicología tiene como objeto de estudio la mente y el comportamiento, y tradicionalmente ha empleado técnicas que tienen como base la interacción humana. Curiosamente, la IA ha empezado a desarrollar herramientas que pueden ser un potencial apoyo para los psicólogos en el ejercicio de su profesión.


Aunque, como hemos comentado más arriba, existe el temor a que la IA ponga en peligro la figura del psicólogo, lo cierto es que esta parece ser más un recurso de ayuda que una amenaza. Su utilidad permite a los profesionales de la salud mental afinar su trabajo y su conocimiento. Algunos ejemplos de la inclusión positiva de la IA en el campo psicológico son:


. Uso de chatbots que interactúan con pacientes para ofrecer apoyo emocional.


. Desarrollo de algoritmos que permiten analizar enormes cantidades de datos con el fin de hacer predicciones en materia de salud mental dentro de una población particular. Esto permite, por ejemplo, identificar personas en riesgo que necesitan ayuda psicológica.


. Desarrollo de algoritmos en las investigaciones que ayudan a detectar patrones o relaciones a partir de grandes cantidades de datos, los cuales de otra forma podrían pasar inadvertidos. Esto permite así una comprensión más profunda de la salud mental.


La conclusión que podemos extraer es que la IA puede ser una herramienta interesante siempre y cuando los psicólogos desarrollen habilidades que les permitan adaptarse a su presencia en el mundo actual. 

 
Un poco de actualidad en el mundo Psico 

Un estudio revela que en los últimos años está emergiendo una divergencia de valores cada vez más grande a nivel mundial.


Un equipo de científicos ha hallado pruebas de que más de un cuarto de las personas con TDAH desarrolla adicción al cannabis en algún momento de sus vidas.


Existe una tendencia a asumir que las opiniones contrarias a las nuestras son una muestra de que la otra persona no ha sido capaz de prestar atención a lo que decimos.


Una investigación publicada en American Psychologist sugiere que a la Inteligencia Artificial se le da bien predecir la orientación política de las personas a partir de imágenes de sus rostros inexpresivos.

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