Las redes sociales y el tiempo de uso
Un mes sin redes sociales. ¿Se une al reto?
Javier Borda Díaz
eltiempo.com
Cansado de ver tanto contenido sin pausa, sin justificación, quizás como usted suele hacer, me propuse pasar 30 días sin entrar en redes sociales. Tras finalizar la 'prueba', le puedo asegurar que todos nos merecemos un respiro de este tipo.
Hubo un caso que despertó mi atención hace poco. Una carta enviada a la directora del diario español El País, titulada 'El scroll infinito', se hizo viral y abrió el debate acerca del tiempo gastado —o invertido— en pantallas.
La carta, firmada por Rocío García Vijande, dice: "Miro mi móvil: ayer, cuatro horas y veinticuatro minutos de uso. No recuerdo haber hecho nada realmente importante con ese tiempo. Solo deslicé el dedo, miré vídeos, leí publicaciones, salté de una cosa a otra sin darme cuenta. Antes, cuando no existían los móviles ni internet, esas horas se llenaban de vida. Se hablaba sin interrupciones, se leían libros con calma, se escribían cartas. Había tardes de paseo, de juegos, de aprendizaje. Las horas no se evaporaban; se usaban. Si no le regalara mis horas a las pantallas, quizás escribiría más, tocaría un instrumento, tendría conversaciones sin mirar de reojo el móvil. Tal vez me permitiría aburrirme y, en ese vacío, encontraría nuevas ideas. El tiempo que se va no vuelve. Y cada día, sin darnos cuenta, dejamos que nos lo roben".
Las redes sociales son las que más se roban nuestro tiempo en el celular. Revisé mi tiempo en pantalla y era de casi dos horas diarias (un tiempo que, para las nuevas generaciones, es mucho mayor). Con ese panorama, me prometí pasar un mes sin acceder a Facebook, Instagram, TikTok y X. Como salvavidas, me permití LinkedIn.
Al comienzo del reto advertí la adicción. Se hizo muy difícil no abrir estas plataformas digitales porque es algo repetitivo que venimos haciendo durante años. El vicio está identificado; en cualquier tiempo muerto, abrimos las redes porque queremos estar 'conectados', así realmente no lo estemos, ya sea opinando o publicando lo que sea, y viendo las publicaciones ajenas. Estoy seguro de que a usted le pasa lo mismo y, si no, es parte de una envidiable excepción.
Inicié por quitar entonces las apps del home del celular para no verme provocado a abrirlas en cualquier momento. La ansiedad, lo comprobé, se da en los momentos de espera, en la noche antes de dormir. Como decía Rocío en su carta, no nos permitimos aburrirnos. Siempre estamos haciendo algo en el celular cuando creemos que no tenemos nada más que hacer.
Es una sensación extraña, porque uno cree que es normal estar todo el tiempo en redes sociales, y ciertamente, esto es un problema grave.
Pero si el celular es un teléfono inteligente, nosotros no lo somos. Solo al no acceder a redes sociales, me permití invertir más tiempo en LinkedIn (que al menos tiene un tinte más profesional) y Duolingo (aplicación para aprender idiomas). Además, me percaté de que había abierto perfiles en otras redes, como BlueSky y Threads, que no usaba desde hace tiempo.
¿Qué nos perdemos si no entramos a redes sociales todos los días? ¿Tomamos fotos para publicarlas para los demás o para nosotros? ¿Por qué estamos tan atentos a cualquier notificación que brindan estas plataformas? ¿Compartir nuestro status es una forma de decirle al mundo que estamos vivos? ¿Estamos perdiendo la capacidad de relacionarnos presencialmente con otras personas? Estas preguntas me las hice en el mes de desintoxicación. Las anotaba y las guardaba para esta columna de opinión. Pensar, cuestionarse, reflexionar… eso es más productivo que seguir en el juego del "scroll infinito".
En mi síndrome de abstinencia, debo confesar que empecé a ver los estados de las personas en WhatsApp, cosa que antes nunca hacía. Sufrimos la manía del voyerista. Y nada queda ciertamente en el cerebro como aprendizaje, más allá de cosas extraordinarias que nos impactan o que afectan a personas cercanas. Las tendencias del día son tan efímeras que se borran en pocas horas. Los escándalos son infinitos, despiertan emociones y luego cesan antes de empezar nuevamente el ciclo vicioso en redes sociales.
En este tiempo de desintoxicación me sentí más tranquilo y menos dependiente del celular. Es una sensación extraña, porque uno cree que es normal estar todo el tiempo en redes sociales, en el teléfono móvil, y ciertamente, esto es un problema grave.
No sugiero entrar a una caverna y olvidarse del mundo digital, ¡ni más faltaba! Desconectarse al 100 % de las redes también podría verse como un extremo que no va en onda con el mundo. Este planeta se mueve al son de ellas, para bien y para mal. Sin embargo, si se anima a hacer la prueba al menos durante un mes, usted comprobará el beneficio de dedicar su tiempo a cosas más útiles.
Antes de ponerle punto final a este texto, abrí Facebook y vi que tenía 80 notificaciones. En X, 11. En TikTok, 21. Y en Instagram, 16. Como era de esperarse, no había pasado nada realmente importante para mí. De lo contrario, habría recibido una llamada telefónica o incluso un mensaje en WhatsApp.
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