Una historia de otro planeta
Buenos Aires, 22 de marzo de 2020
Ricardo Rabinovich-Berkman |
Una persona amiga, que viaja bastante por el espacio exterior, me contó una historia de otro planeta, cuyo nombre nunca supo.
Se trataba de un mundo de paisajes muy bonitos, lleno de recursos.
Se había desarrollado en él una especie inteligente, sensible y habilidosa, que poseía la capacidad de transmitir experiencias de una generación a otra, y la potestad de aprender e inventar.
No se crea que el panorama era idílico. Aún siendo una especie tan sabia, se había dividido en grupos bastante marcados, con idiomas diferentes.
Subsistían entre sus miembros, y se renovaban permanentemente, graves querellas por cuestiones religiosas, económicas, políticas.
No pocas veces esas desavenencias daban lugar a duras guerras, a pesar del recuerdo muy presente de unas conflagraciones no tan lejanas, en cuyo curso habían muerto millones de miembros de esa especie inteligente, incluso con el empleo de armas nucleares y la implementación de genocidios. Tenían, en efecto, el poder de aprender. Pero les costaba mucho hacerlo.
Habían construido con esfuerzo, sin embargo, organizaciones internacionales. Supuestamente se dedicarían a mantener la paz, a evitar el hambre y la pobreza, a preservar y mejorar la salud de la especie entera. No eran demasiado exitosas. Había miembros de la especie, y países, mucho más ricos que otros, con tecnologías enormemente más sofisticadas.
Un día estalló en ese planeta una enfermedad contagiosa bastante letal. Y entonces la especie reveló que, a la hora de la verdad, sí era inteligente. Las organizaciones internacionales reunieron a todos los países de inmediato. En conjunto, tomaron el problema como una crisis del mundo entero, sin distinción. Asumieron que la salvación debía ser de todo el planeta y de toda la especie.
Una por una, las fronteras se abrieron para ayudar al esfuerzo global. Las divergencias se dejaron de lado, quizás para siempre, hasta las más severas. Países que hasta poco antes se declaran enemistad eterna, ahora trabajaban juntos, empeñados en salvar mutuamente las vidas, buscando unidos vacunas y remedios.
Los países más ricos sumaron sus fuerzas a las de los más pobres. El planeta era uno, la especie era la misma, sin importar formas ni colores, idiomas ni credos, ideas políticas ni perspectivas económicas. La carrera era compartida. La lucha encontró a la especie de un lado y a la enfermedad del otro, sin deserciones, sin traiciones y sin bajezas.
Los alimentos se distribuyeron de acuerdo a las necesidades, sin aduanas.Todos los recursos médicos se pusieron al servicio de aquella especie entera. El combate por la salud y el futuro hizo dejar a un costado los lucros económicos. Cada miembro de la especie entendió que se trataba de un momento sin precio.
¿Me preguntáis cómo terminó la historia? Tristemente, nunca lo sabremos. Mi informante debió abandonar ese planeta con urgencia y regresar a la Tierra. El último recuerdo que le quedó de aquél mundo fueron las palabras que, al despedirse, le dijeron en el espaciopuerto: "ésta es una oportunidad, única, para construir un planeta mejor para todos". Y otro respondió: SERÍAMOS INCREÍBLEMENTE ESTÚPIDOS SI NOS LA PERDIÉRAMOS.
Título Original: "Historia de otro planeta"
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