La injusticia cubrió la muerte de la indefensa 'Jennys' y el pobre 'Copetran'


Los crímenes de Jennys y 'Copetran', símbolos de la injusticia

Quinta Crónica de Cuarentena

¡Bienvenidos!


Marcos Antonio Barros Pinedo
Por Marcos Antonio Barros Pinedo

La ciudad de Riohacha por allá en los albores de la década de los años cincuenta, sesenta, setenta y ochenta, vivió episodios que hacen parte de la historia negra de un pueblo que poco a poco intenta olvidarla, pero es muy difícil cuando la injusticia es su mejor carta de presentación.

Nos referimos en primera instancia, a un hecho lamentablemente sucedido en una cantina que estaba ubicada en el Barrio Arriba y era conocida como 'El Chorrito', lugar de tolerancia donde se encontraban meretrices muy hermosas, procedentes de diferentes partes de Colombia, Venezuela y República Dominicana.

Los viernes, sábados y domingos las parrandas eran impresionantes,todas lideradas por los jóvenes de la época, cuya bebida predilecta era el Brandy 'Pedro Domecq' y la cerveza 'Nevada', de la Bavaria.

La atención a los clientes en 'El Chorrito' por parte de las meretrices era muy buena y con el talante de la tolerancia por instrucciones del dueño de dicho establecimiento, Héctor Gutiérrez.

Si se tenía en cuenta que cuando los  jóvenes y aún adultos se ponían muy peligrosos y quienes pagaban 'sus rabietas' eran precisamente las meretrices que, en algunas ocasiones eran maltratadas de palabras y a puñetazos limpios, según información de alta confiabilidad.

En alguna oportunidad, en los albores de la década de los cincuenta, el Bar 'El Chorrito' estaba totalmente lleno y los visitantes sumergidos en la música, la diversión y el licor.
Todo parecía normal. La parranda se prolongó hasta la madrugada.

La atención por parte de las meretrices a la clientela era impecable, hasta que uno de los clientes, -ya pasado de tragos-, no se sintió bien atendido por Jennys.

Se enojó tanto que la insultó y cuando intentó golpearla, Jennys, corrió para protegerse y con tan mala suerte que el borracho tomó en sus manos un vaso de regular tamaño y ya partido por la mitad, se lo lanzó e hizo blanco en el nivel inferior del brazo derecho.

De inmediato, Jennys comenzó a sangrar de manera impresionante y sus compañeras de trabajo y otros clientes que allí se encontraban optaron por meterla en una hamaca para llevarla al Hospital 'Nuestra Señora de los Remedios', que estaba recién inaugurado por el Gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla.

En esa época conseguir un taxi o un carro particular era muy difícil y no les tocó otro camino que ponerse la hamaca al hombro para poder llegar al centro asistencial por la Calle Nueve y luego, cruzar por la Calle Diez, hasta llegar a la Calle Once.

Lo lamentable es que Jennys, se desangró en el camino y llegó sin vida al Hospital Nuestra Señora de los Remedios.

Ante este hecho criminal todos los que estaban en 'El Chorrito'  consumiendo licor, se hicieron los que no vieron nada, por lo cual no se registró la captura de quién cometió el homicidio.


Aspecto actual del sector donde en la década de los cincuenta funcionaba 'El Chorrito'

¡Qué Injusticia! No había testigos para declarar, por físico miedo a una retaliación 

Las compañeras de trabajo de Jennys, en medio de sus lamentaciones se movilizaron para hacerle un velorio y conseguir un ataúd para su cristiana sepultura.El sepelio se realizó el día siguiente.

El féretro salió de una casa del Barrio Arriba, rumbo a la Catedral 'Nuestra Señora De Los Remedios', cuya puerta principal estaba abierta. Tamaña sorpresa se llevaron quienes cargaban el ataúd que contenía el cuerpo sin vida de Jennys, cuando un sacerdote italiano les preguntó a los cargadores si el sepelio era de la trabajadora de 'El Chorrito', que había sido asesinada el día anterior y éstos les respondieron de manera afirmativa.

De inmediato el sacerdote les dijo que no les permitía entrar a la catedral 'Nuestra Señora de Los Remedios', por la actividad que ejercía, y acto seguido, les cerró la puerta.

El féretro fue llevado al Cementerio Central y Jennys, fue sepultada sin recibir las oraciones y los Santos Óleos por parte de la Iglesia Católica. Esta decisión de la Curia italiana fue muy criticada por la comunidad de la pequeña ciudad de Riohacha.

Es importante señalar que han pasado muchos años y como la vida da tantas vuelta, hoy, nos encontramos en medio de una Emergencia Sanitaria, dictada por el Gobierno Nacional, a causa de la pandemia del Coronavirus, que hizo que surgiera la siguiente frase: "La Iglesia nos separó, la política nos clasificó y el Covid- 19 nos igualó."

Esta aseveración deja bien claro que, desde el punto de vista humano, es lo mismo ser un sacerdote italiano que una trabajadora sexual colombiana.

Nos preguntamos: "¿Para qué tanta discriminación, cuando todos en el mundo, sea Católico o no Católico, le tiene pánico al terrible Covid-19"?  Esta situación se asimila a 'las ratas y ratones que sienten terror por los gatos'.

Otra Historia de Injusticia en Riohacha: El asesinato del pobre 'Copetran'


Avenida Primera de Riohacha,
Comenzando la década de los años ochenta llegó a la ciudad de Riohacha, un hombre procedente del interior del país. Llegó cuando la 'Bonanza Marimbera', se encontraba en todo su esplendor.

El foráneo desde que pisó suelo riohachero, se dedicó a caminar día y noche. Se dice que muchas veces caminaba sin descanso, iniciando su recorrido por la Calle Primera o Avenida 'La Marina', cruzando por las Carreras Seis y Siete, atravesaba la Calle 12, y regresaba otra vez al mismo sitio de partida.

Tenía un estado físico excelente, pués nunca mostró el menor signo de cansancio. Por esa capacidad de transportarse rápida y diligentemente de un lugar a otro, los riohacheros de la época, le colocaron al recién llegado, el apodo de 'Copetrán'.

'Copetrán' ingería los alimentos que le regalaban los habitantes de Riohacha, de manera voluntaria. Caminando de aquí para allá y de allá para acá, así transcurría la vida del hombre, que a nadie causaba mal.

Pero, estábamos viviendo una época aciaga, derivada de las actuaciones groseras y malintencionadas de quienes estaban metidos de lleno en el negocio ilícito de la marihuana. Los 'esbirros de los capos' de este negocio andaban armados, incluyendo algunos que llegaron del interior del país. Realizaban parrandas y 'las adornaban', haciendo tiros al aire de manera irresponsable.

En medio de esas parrandas calificaban las armas que usaban y, de acuerdo al calibre le decían: 'Hondita', a un 38 largo, y 'Honda', a las armas largas.

En alguna oportunidad se formó una parranda integrada por 'los esbirros de los capos de la marihuana'. Todos eran 'cachacos'. Hubo uno de ellos que en medio de los tragos, dijo:
"¡Tengo ganas de matar!".

Enseguida, uno de los compañeros le respondió: "Oye, si tienes ganas de matar allí tienes a 'Copetrán'. Dale 'materile' a eso loco, que se la pasa caminando día y noche, sin descansar".

'Copetrán', como siempre, seguía caminando hasta altas horas de la noche, sin hacerle daño a nadie. No sabía en su inconsciencia, que alguien ya le había puesto plazo a sus días de vida sobre la tierra, a la cual un día llegó, para caminar de arriba a abajo, y de abajo arriba, sin causarle a nadie, ningún mal.

Lo cierto es que dos días después de haber finalizado la parranda, 'el cachaco', -que tenía la obsesión de matar-, le hizo caso a su amigo, y de manera insensible y miserable, aprovechando la soledad y el silencio de la noche, asesinó vilmente de varios disparos provenientes de su arma de fuego, al inofensivo habitante de la calle, conocido por los riohacheros, como 'Copetrán' .

El cuerpo del pobre hombre quedó tendido en el suelo, sin vida. Fue víctima de una mente criminal, que tal vez, bajo el efecto de las drogas, cometió semejante acto de maldad.

Lo cierto es que nadie pudo identificar al criminal, y la gente sólo decía que fue un 'cachaco', el que mató a 'Copetrán'.

A 'Copetrán' le dieron cristiana sepultaron en el Cementerio Central de Riohacha, muy lejos de la tierra que algún día, lo vió nacer.

Culmino esta crónica al señalar que, en la ciudad de Riohacha era tradicional no hablar como testigos de los actos criminales, por el físico miedo a ser asesinado también.

Por tales motivos, y cómo nadie habló, las autoridades de Policía y Judiciales no lograron establecer o identificar a los asesinos de la indefensa Jennys y del pobre 'Copetrán'.

Ante esas situación de insolidaridad ciudadana, ambos crímenes quedaron en la más aberrante impunidad.

¡Cómo se pasa de rápido el tiempo. Qué importante es recordar. Y...Pare de contar!

Título Original: 'Los crímenes de Jennys y Copetran, símbolos de la injusticia'

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