Cuando parte un ser querido recordemos que... ¡A Dios siempre se le entrega, lo mejor que se tiene!

Recordaciones de una tarde gris de invierno


Por Luis Eduardo Acosta Medina


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“Al fin, en una tarde gris/

te vuelvo a ver/ 

después de tantos años/ 

perdida en el recuerdo/ 

y fue una casualidad/ 

volvernos a encontrar/ 

por esas calles/ 

testigos de aquel tiempo/ 

la lluvia de la tarde/ 

perdida en el silencio/

nos encontró a los dos llorando/”.


Justo al iniciar nuestra crónica con el aparte transcrito de la canción titulada 'Después de Tantos Años' ,de la autoría de Luis Egurrola, incluida por 'Los Diablitos', Omar Geles en el acordeón y la voz de Jesús Manuel.


Esta canción se publicó en el LP 'Tocando el Cielo', en el año 1994. Es de aquellas canciones  que muy a pesar del relato de connotación sensiblera, tiene en la parte preliminar unas palabras que parecían narrar casi treinta años después, los acontecimientos que una tarde ensombrecida por la tristeza, estremeció mi corazón.


Eran las 5:50 de aquella mañana del 27 de julio reciente pasado y en obediencia al primer pensamiento que llegó a mi mente al abrir mis  ojos y como ha sido costumbre cada año, llamé a mi gran amiga Ana Maritza Mendoza, para desearle el feliz día, con motivos de su cumple años.


Le manifesté mis fervientes deseos para que Dios hiciera realidad para ella y Ana Elizabeth, - su hermana Mella -, todos los deseos planes y proyectos de su corazón. Le transmití la invitación de una amiga común, para que almorzáramos, pero me dijo que mejor por la tarde, porque almorzaría con su hermanita, también cumplimentada. 


Así nos despedimos para encontrarnos entonces a las 5:00 de la tarde. Ni ella ni yo podíamos imaginar que, minutos después llegaría la noticia brutal que el almuerzo fraternal con su igualita hermana, no sería posible... que no se reuniría con ella, porque ya se encontraba reunida en el cielo con el Altísimo y José Manuel, su buen padre que ya se había adelantado. 


No había transcurrido mucho tiempo, después de cortar la comunicación cuando un noticiero local dio a conocer la noticia atroz. Le marque nuevamente a Ana Mary, quien me contesto enseguida y desconsolada me confirmó lo peor.


"En un segundo todo cambia", pensé. También reflexioné y recordé el aserto campechano que dice que "Para morir, sólo se necesita estar vivo" .


¿Quedé estupefacto! No podía creer que ese ser humano maravilloso con quien sostuvimos un agradable encuentro en un restaurante de comida árabe la semana pasada, a donde siempre coincidíamos, no estuviera ya con nosotros. 


Vinieron muchas cosas a mi mente, entre otras las palabras de mi madre cuando decía “A Dios siempre se le entrega lo mejor que se tiene”. Esa familia útil a la sociedad ,ha cumplido como ya lo hemos hecho otros, con ese sagrado deber.

 


El día siguiente, durante una tarde que no es para mi grata para el recuerdo, y bajo un cielo encapotado después del sofocante calor, acompañamos a la familia hasta la Catedral 'Nuestra Señora De Los Remedios' de Riohacha, para brindar con una Santa Eucaristía, el último adiós a Ana Elizabeth, quien dejó de existir en la plenitud de su primavera existencial, mientras disfrutaba ese día del cumple de lo que más le gustaba: el mar. 


El infortunio llegó inesperadamente, cuando Dios la llamó a su presencia y ella obediente y con su fe cristiana incólume, acudió a su llamado con gozo después de haber escuchado de sus acompañantes y espontáneos transeúntes premonitorios el canto infaltable y sentido del “Feliz cumpleaños”, sin saber ni ella ni ellos, que seria el ultimo y precedido de su última expresión antes de lanzarse para dejarse acariciar por las suaves olas mañaneras del Mar Caribe: “¡Ahí va!”. ¡Nadie podía imaginar que serían sus últimas palabras y que allí emprendería su viaje sin retorno!


Aquel día el cielo lloró y la verdad tenía suficientes razones para hacerlo... Los vientos parecían enfurecidos contra los designios de la parca, que desprendió sin misericordia un pedazo enorme del corazón de una familia que, fieles a los lineamientos espirituales y morales de su madre y su padre, predican con el ejemplo.


Todos lamentamos todavía, esa pérdida inesperada, estrepitosa, incomprensible e inmerecida, motivos por los cuales reitero a esa gente que se ha hecho acreedora a mis afectos y yo al de ellos, mi solidaridad ante lo irreversible y tan doloroso para el alma.


Después de acompañar, expresarles y dejar testimonio de mi compañía, en cumplimiento de lo que mis viejos me enseñaron, de estar siempre junto a los amigos y la familia, cuando la aflicción los atormenta, me dispuse a desplazarme a Monguí, para acompañar a la prima Marlene Ávila, a  sus hermanos y hermanos, para dar cristiana sepultura a 'Tuca Mama', el hijo consentido de la tía Magnolia Sierra, quien partió de entre nosotros y recibiría cristiana sepultura en el lugar a donde aquellos y aquellas, que dieron los buenos ejemplos, duermen en su morada maravillosa, con la esperanza de la resurrección.


Mientras emprendía la marcha para llegar hasta el pueblo, me abrazó con todo y carro uno de los aguaceros mas violentos que se han visto caer sobre el lugar mas septentrional de Colombia.


¡Aquello parecía el fin del mundo! Las calles y avenidas infundían miedo, mientras los arroyos que por ellas circulaban, llevaban sobre si colchones, camas viejas, palos y enseres de cocina, arrojados por gente de aquella que, a falta de oficio el diablo se los pone. 


Así muy despacio, paso a paso y con el temor de caer en algún hueco escondido bajo el agua, avance buscando una posibilidad de salida, con el propósito de dar cumplimiento al deber para mí ineludible, porque se trataba de despedir a un hombre trabajador, bohemio y pechichado hasta su edad adulta, como yo a quien los años le cobraron su vida de parrandas y de comportamiento Macondiano, que partió de este mundo, para compartir con el Hijo De Dios, el camino misterioso de la muerte, sin dejar heridas, sólo recuerdos gratos. 


Era un personaje de esos que hay en nuestros pueblos que, a pesar de su falta de instrucción académica, nunca pasan inadvertidos por su comportamiento ejemplar y la voluntad a flor de piel, para hacer los mandados en las parrandas, los festejos, fiestas y todas las celebraciones, para comprar la botella de licor, que se requiriera para continuar gozando.


Después de casi media hora esquivando eventuales peligros, logramos salir de la ciudad, mientras observaba por el camino a los muchachos retozando, que corrían felices bajo los chorros de agua, del aguacero de dimensiones insospechables.


Finalmente puede llegar a Monguí, la Santa Eucaristía no había concluido, y logré cumplir mi deseo de estar a donde ´Mi Vieja' hubiera estado, si se encontrara entre nosotros.


All llegar el cuerpo inerte de Turco al cementerio, unas pocas gotitas de agua descendieron del cielo sobre nosotros. Recordé que desde niño he escuchado decir siempre en el lugar donde nací que, cuando muere un buen trabajador, así sea una llovizna cae.


¡Dios debe estar satisfecho. Se llevó a dos buenas personas, el mismo día!


Título Original: 'Recordaciones de una tarde gris de invierno'

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